7 de abril de 2010

Capítulo 6.

Me gustaría volver a verte.

Al cabo de unos 30 minutos caminando (de nuevo en silencio) volvimos al lugar de donde habíamos partido. Michael se había pasado todo el trayecto andando con las manos en los bolsillos y la mirada baja. Me pregunté qué había estado pensando.
- Bueno... -comencé, colocándome frente a él, pero evitando mirarle a los ojos-. Muchas gracias por todo, de verdad. Ha sido un placer pasar un día como este que, como poco, ha sido diferente -y bajé la cabeza, soltando un suspiro. Iba a ser realmente difícil despedirse de él. ¡Y sólo le acababa de conocer!
Él permaneció callado, mirando al suelo.
- Sí -dijo finalmente-, yo también lo he pasado muy bien.
Solté otro suspiro. ¿Qué había pasado con el chico hablador y curioso que me había estado clavando su mirada toda la tarde?
- Bueno, ¡hasta la vista! -sonreí-. Cuídate, Michael -y me acerqué a él para darle un beso en la mejilla; hecho que, por supuesto, le sonrojó.
Comencé a caminar hacia la puerta principal, llevando mi mirada de un lado a otro para asegurarme de que en un futuro me acordaría bien de todos los detalles que envolvían ese lugar donde había pasado aquella mágica tarde con Michael Jackson.
Cuando estaba llegando a la salida comencé a notar un nudo en mi garganta. No quería irme. Entonces me paré en seco. ¿¡Qué se supone que estaba haciendo!? ¡Venga ya! ¡Si le acababa de conocer!
Enfadada conmigo misma, comencé a andar nuevamente, esta vez a zancadas. Si no quería irme de ese lugar, me tendría que aguantar, porque ahora me iría rápidamente, sin mirar atrás.
Estúpida, eso era lo que era. Mañana él se habría olvidado de mí.
Y yo también, qué narices. Había sido capaz de vivir 18 años sin conocerlo; una tarde no iba a cambiar mi existencia.
Genial, estaba empezando a contradecirme.
- ¡Espera! -oí una voz detrás de mí.
Me detuve en seco porque, sí, era esa voz dulce y armoniosa que tanto me había encandilado esta tarde. Así que me giré despacio y le vi correr hacia mí. En su mano llevaba un papel o eso parecía. De verdad que si alguien le hubiera visto de ese modo, corriendo con esa ligereza, se hubiera desplomado en el suelo. Yo tuve que hacer un gran esfuerzo para que mis rodillas, que estaban temblando, no me fallaran.
Se detuvo ante mí, y me sonrió. Sus ojos volvían a mirarme fijamente.
- Me lo he pasado realmente bien esta tarde. Hacia mucho tiempo que no hablaba tanto con alguien.
- Querrás decir que hacia tiempo que no hacías hablar tanto a alguien.
Su sonrisa se volvió más amplia.
- Si, bueno, así también podría decirse -dijo mordiéndose el labio inferior. ¿Sabía de esa capacidad suya que tenía para deslumbrar a las personas?-. Me gustaría volver a verte.
Mis ojos se abrieron como platos. Ah, no.
- De acuerdo -fue todo lo que pude decir. Sin embargo, pensé algo así como “De acuerdo, si lo que quieres es que me vuelva loca”.
- ¡Genial! -se echó a reír. Su entusiasmo podía percibirse incluso a kilómetros de aquí-. Toma, apúntame tu número -dijo extendiéndome un papel y un bolígrafo.
Busqué un lugar donde apoyarme, pero como es normal en medio de la puerta principal no había ni mesas ni nada que se le pareciese. Así que me tiré al suelo y, como pude, le anoté el número apoyándome en la fría superficie. Me levanté y encontré su rostro a pocos centímetros del mío. Esta vez no solo se sonrojó él.
- Te llamaré pronto -sonrió-. He avisado a Sam, mi chófer, para que te lleve a casa -iba a protestar, pero me tapó la boca-. Dará tantas vueltas como sean necesarias hasta dejarte a la puerta de casa, no te preocupes -me dijo. Sin duda, estaba preocupado porque me volviera a perder. Le había contado el incidente del taxi de la noche que me “encontraron” y aunque se había reído en un principio, después se puso serio y me comentó que las calles de Los Ángeles no eran tan seguras como parecían. Yo, por supuesto, le hice caso.
Echó a andar hacia la casa y ahí me quedé yo, inmóvil. Seguramente hubiera permanecido quieta tanto tiempo como le hubiera visto a él caminando; bailando, en realidad. Pero al minuto oí como un coche venía hacia mí y se detenía. Abrió la ventanilla y amablemente me dijo:
- Hola, señorita Judith. Soy Sam y me encargaré de llevarla a casa. Suba, por favor.
Eché un último vistazo a todo eso y a regañadientes conmigo misma, subí al coche.

4 comentarios:

  1. me encanta! continuaa liberiian;)

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  2. Super genial, definitivamente.
    que oleadas de sentimientos cubren a Judith!
    ¡Ni a mi me gustaría a irme!
    Gracias por escribir esta historia! =D

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  3. holaa !! nueva lectoraa !! me encanta tu historia jejeje y Janet de peke jejej k monaa
    I <3 MJ & Janet

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