19 de abril de 2010

Capítulo 18.

Quien no arriesga no gana.

A la mañana siguiente me levanté aun con esa canción metida en la cabeza... “Keep on with the force. Don’t stop ‘til you get enough.” No solo era buena, también era pegadiza. Maldije, pero solo un poquito, a Michael por haber hecho que no pudiera parar de recordarla.
Corrí la persiana y pude comprobar que hacía un sol espléndido. Tan espléndido como mi sonrisa. Estaba segura de que mis padres la podían ver desde España, porque hacía mucho mucho tiempo que no la exhibía tan amplia. Al pensar eso, eché bastante de menos a mi madre interrogándome acerca del chico que había provocado esa gran felicidad y a mi padre bromeando con que alguien iba a sufrir daños si se enteraba él de que andaba con alguno. Después, la cotilla de mi hermana también lo querría saber todo de ese chico.
Bien, pues ese chico se llamaba Michael; Michael Jackson. Y era mucho más hermoso por dentro que por fuera; y eso era bastante difícil teniendo en cuenta lo tremendamente guapo que era.
Ese chico había roto mis esquemas y descolocado todo en mi interior.
Hasta hace poco más de 2 meses me sentía incapaz de sentir nada por ningún chico. Entraban y salían de mi vida con más pena que gloria. Ninguno había significado nada para mí; o quizá algo, pero no más que un par de semanas pasándolo bien. Ninguno me había hecho sentir algo especial; algo más que esa diversión. Ninguno me había hecho comerme la cabeza; si no me quería, ya habría más que sí lo hicieran. “Chicos en la tierra, más que peces en el mar”, era mi lema.
Y sin embargo, ahí estaba ahora. Completamente deslumbrada por alguien al que jamás iba a poder aspirar. Y aún sabiendo eso, no podía hacer nada para evitar estar irremediablemente atada a él.
Era increíble como había cambiado todo. Como había marcado las diferencias desde el principio.
¿Qué se supone que tenía que me hacía perder la cabeza de ese modo?

Desayuné cuatro galletas y un zumo deprisa, porque, como de costumbre, había estado demasiado tiempo vagueando en la cama y no quedaban más de 20 minutos para que Sam pasara a buscarme. Corrí a la habitación aún con una galleta en la boca y me puse unos vaqueros claritos, con calzado cómodo y una camiseta de hombrera amarilla. El día era soleado, así que seguramente haría bueno toda la tarde, pero como con Michael nunca se sabía cuando iba a acabar el día, cogí también una chaqueta por si me quedaba hasta tarde. Una vez revisado mi vestuario, intenté dominar mi alborotado pelo lleno de rizos, que con la intensa luz del sol lucirían más rubios que habitualmente.
Cuando bajé a la calle Sam ya estaba allí.
- ¡Buenos días! -dije, alegremente-. Me alegro de volver a verte.
- Buenos días, señorita. Para mí también es un placer verla. Está guapísima -dijo, mientras me abría la puerta trasera.
El trayecto se me hizo más largo que otros días, seguramente debido a las ganas de volverle a ver. Había pasado mucho tiempo sin él, así que tenía que recobrar todos esos días perdidos.
Cuando bajé del coche, la primera persona a la que vi fue a Janet, que corrió entusiasmada hacía mí y me dio un abrazo.
- Felicidades, Janet. Ayer Michael me chivó que era tu cumpleaños -la dije, revolviendo su pelo.
- ¡Muchas gracias! -sonrió-. Me alegro mucho de que hayas venido. ¿Te quedas esta tarde, verdad? Podríamos dar un paseo los tres, Michael, tú y yo. ¿Te apetece?
- Claro. Me parece perfecto.
Despedimos a Sam y comenzamos a andar hacia la entrada.
- ¿Sabes? Mike me habla mucho de ti.
- ¿Ah si? Espero que lo haga bien, entonces.
- ¡Muy bien! Dice que eres una gran persona, que tiene una gran confianza en ti y que además se lo pasa genial contigo.
Me sonrojé por completo y a Janet no se la escapó ese detalle. Como había hecho la primera vez que la había conocido, parecía que me le estuviera vendiendo.
- ¿Tú también piensas lo mismo de él?
- Sí -dije, segura-. Michael es el mejor chico que he conocido nunca.
- Yo también lo pienso -sonrió. Noté de inmediato el gran cariño que le tenía-. ¿Sabes que otra cosa pienso? -se detuvo justo antes de entrar en la casa-. Que le gustas.
Me quedé muda, con una mezcla de asombro e incredulidad; y lo segundo prevalecía sobre lo primero. Apelando a todas las razones posibles por las que una persona comienza a sentirse atraída por otra, no tenía ningún sentido que Michael se sintiera atraído lo más mínimo por mí. Él podía aspirar a mucho, mucho, mucho, muchísimo más.
- No creo, Janet. Michael y yo somos sólo amigos.
- Sí, claro -puso los ojos en blanco-. Oye, que se os nota, ¿eh? Él me lo reconoció el otro día.
- ¿¡En serio!? -chillé.
- No, pero mira como has reaccionado -se rió-. Yo si fuera tú, le diría algo -me guiñó un ojo-. Venga, vamos a entrar. El pobre debe estar nervioso esperándote.
Agarró mi mano, y como había hecho en otras ocasiones, me arrastró tras ella.
- Hola, Michael -saludé, cuando entramos al salón.
Él estaba en el suelo, sentado, cual niño pequeño. Se incorporó, y sonrió.
- Hola -contestó amablemente, mientras se acercaba a mí. Para mi gran sorpresa, me dio un beso en la mejilla. Miré a Janet que se estaba riendo disimuladamente, y después posé mis ojos en los de Michael, tan dulces como siempre-. ¿Estás preparada para pasarlo bien? -dijo, para después morderse el labio inferior. Era un gesto que repetía mucho, pero que debería suprimir, ya que hacía que mi corazón latiera más deprisa, lo cual era vergonzoso. En muchas ocasiones llegué a pensar que él podría oírlo.
- Estoy preparada.
 - Entonces, vamos.
Hasta la hora de comer estuvimos dando vueltas por toda la casa. Me condujeron por varios pasillos diferentes, y enormes, y me enseñaron todas las habitaciones que había. Tenían algo que contar de cada cuadro y de cada foto familiar que veíamos. Era muy gracioso verles pelear por quien me relataba cada cosa.
Tras un gran rato caminando por esa casa que parecía interminable, Michael me agarró de la mano para correr y así llegar antes que Janet al “pequeño museo”, como lo llamaban ellos, que querían enseñarme. Resultó ser la habitación donde guardaban los discos que habían grabado los Jackson 5, cada premio que habían recibido y cada recuerdo de cada actuación. Cuando llegamos a esa habitación, Michael no soltó mi mano y permanecimos agarrados todo el tiempo que estuvimos allí.
- Mira esta foto -me dijo Janet, en cierta ocasión-. Michael tenía 12 años. ¿A qué era guapísimo?
- Sí, mucho -sonreí. Realmente salía guapo, con un jersey de lana y una espléndida sonrisa, como siempre.
 - Pero bueno, ahora lo es más, ¿no? -dijo, mientras me daba un codazo.
- Sí, ahora también es muy guapo. Deberías dejar un poco de belleza a los demás chicos, Michael, te tienen que tener mucha envidia -sonreí, mientras le hacía cosquillas.
- Que dices... -dijo ruborizado.
No pasó mucho más tiempo hasta que fuimos a comer. Cuando aparecimos en el salón, entre risas y demás, me encontré con prácticamente toda su familia. Estaban todos o casi todos sus hermanos; y su padre, al que todavía no conocía. Crucé dos palabras con él, nada más. Supuse que mi presencia en la casa no le agradaba mucho, aunque no logré imaginar por qué. Michael me presentó amablemente a todos sus hermanos, que me resultaron simpáticos, y tuve una pequeña charla con Jermaine sobre como conducir con precaución.
Todos me miraban como si... Hubiera hecho algo grandioso. Como si el hecho de estar allí, de que Michael me hubiera llevado, fuera increíble. Estaba convencida de que ninguno se creyó que éramos solamente amigos, a pesar de que Michael me presentó como “mi gran amiga”. O bien porque era la primera vez que Michael llevaba a una chica o bien porque creían demasiado evidente que entre nosotros había más que amistad, lo cierto es que los susurros, las risitas y las bromas no cesaron en toda la comida. A mi no me importó, hasta me lo pasé bien. Además, el ver a Michael con sus preciosos coloretes era una imagen a la que nunca podría renunciar.
Por ese hecho precisamente me llegué a plantear seriamente lo que me dijo Janet. ¿Y si realmente era algo más que su “gran amiga”? No es que pensara que yo reuniera las condiciones suficientes para que alguien como Mike se fijara en mí, pero quizá había una remota posibilidad... Por lo que me había demostrado y dicho hasta ahora, Michael era muy tímido; no en el sentido de introvertido, que también, aunque solo hasta cierto punto; tímido en el sentido de que nunca sería capaz de dar el primer paso con una chica. Los pocos minutos en los que no fui yo el centro de las bromas por parte de todos los Jackson, los dediqué a pensar en esta dudosa probabilidad y llegué a pensar realmente en actuar; en hacer algo. Al fin y al cabo, quien no arriesga no gana. Aunque en esta ocasión tenía mucho que perder... Si por alguna razón mi relación con Michael acababa ahí, no sabría hacia donde encaminar mi vida. El simple hecho de recordar esas casi tres semanas con su ausencia me hizo estremecerme y tuve que recordarme a mí misma que lo principal era tenerle a mi lado. Pero mirándolo desde otro punto... Éramos dos personas adultas, las cosas se podían hablar. Si sólo me quería como una amiga, sería la mejor amiga que podría tener, y le prometería que jamás tendría otros propósitos con él. Pero si él también sentía algo más... No podía esperar mucho tiempo más para saberlo.
Cuando me trajeron un maravilloso helado de chocolate como postre, mis pensamientos estaban dirigidos a un solo objetivo: arriesgar, para ganar.

4 comentarios:

  1. ooooissssss como me gustaaaa =)


    xDDD

    sobre todo la parte de... : "ENSERIOOOO?¿? :o"

    NO xDDDD

    genial!!!!

    sube mas!! ^^ un besiiii =)

    ResponderEliminar
  2. jjajajajajaja..me encanta janet:)

    enserio?!!!! XD

    subee maass...lo dejas en lo meejor liberian ainss..!! xD

    bss

    paolii95:P

    ResponderEliminar
  3. GANA
    GANA
    GANA
    GANA
    !!!!
    ^^

    19 de abril de 2010 20:12

    ResponderEliminar
  4. encantada de conocerte :D aver si me pongo al dia con los capitulos :) eres genial bss

    1 de julio de 2010 21:45

    ResponderEliminar