Capítulo 1.

¿Existen las casualidades?

Genial, genial, y genial. Las 2 de la mañana y yo andando sola por una calle que desconozco completamente. Si fuera Segovia, donde es casi imposible perderse, no me preocuparía. Pero estaba en Los Ángeles; y no hay color. Desde luego, las chicas me iban a matar. No tenía ni idea de como había aparecido ahí, en teoría el taxi me había dejado a solo una calle de donde se encontraba mi piso. Pero, evidentemente, por aquí había de todo menos pisos. Solo veía chalets y casas que realmente impresionaban, tanto por sus dimensiones, como por la forma que tenían. Quizá le había dicho mal la dirección al taxista, pero estaba segura de que la había apuntado bien... Lo mejor era buscar una cabina, y llamar de nuevo a un taxi, pero claro, estaba en las mismas: el taxi me volvería a llevar a una dirección equivocada. ¿Y si llamaba a John? Había pasado una buena noche con él, no creo que le importase venir a buscarme...
Aún más genial, estaba empezando a llover. ¿Qué se supone que tenía que hacer?
Salí corriendo calle abajo, con la esperanza de encontrar una cabina, por lo menos para refugiarme mientras decidía a quién era conveniente llamar.
Oí a lo lejos como se abría un garaje de una de esas mansiones, y sin pensarlo dos veces corrí aun más deprisa, con el riesgo de caerme al asfalto mojado, pensando que quizá alguien me pudiera ayudar. Cada vez llovía más, y era imposible ver con claridad la calle, la carretera y cualquier otra cosa que se encontrara a más de 1 metro de mí misma. Me paré en seco al lado de la verja que continuaba abriéndose, y oí a dos personas discutir dentro del vehículo, pero no entendí nada de lo que decían. Como supuse que no me iban a ver, me coloqué delante del coche, que, una vez que la verja se abrió completamente, comenzó a avanzar poco a poco. Supuse que estaban intentando distinguir quién era la persona que tenían delante, pero cuando tuve el coche a poco más de un metro ví que en realidad se estaban mirando entre las dos personas que iban delante; es decir, ninguno de los dos me había visto todavía, así que decidí comenzar a dar voces.
- ¡Eh! ¡Hola! Me he perdido, y no sé como salir de aquí. ¿Podéis ayudarme? -dije en un perfecto inglés.
La discusión entre ambos continuó, así que seguían sin darse cuenta de mi presencia.
- ¡¡Hola!! -dije aún más fuerte-. ¿¡Podéis ayudarme?!
Sin darme tiempo a reaccionar, el coche arrancó de repente, dándome un fuerte golpe en las piernas que me hizo caer al suelo. Peor aún fue el golpe que me di en la cabeza, aunque por suerte no perdí la consciencia.
- ¡Joder! ¡Mira lo que hemos hecho! -dijo alguien mientras abría la puerta del coche.- Venga, vuelve a montar y vámonos.
- ¡Pero como vamos a irnos! ¿¡Estás loco!? -decía una voz dulce, pero asustada. Supuse que era un niño.- ¿¡Cómo vamos a dejarla aquí!? -dijo mientras se acercaba hacia mí, y me cogía suavemente.- ¿Estás bien? ¿Te has hecho mucho daño?
Apenas tenía fuerzas, pero levanté un poco mi cabeza hasta conseguir mirarlo a la cara. Lo que me encontré fueron dos profundos ojos negros, y un rostro donde había una gran preocupación. Me sobresalté y di un respingo, lo que hizo que me doliera aun más la cabeza.
- ¡No te muevas! Siento haberte asustado. Ven conmigo, te llevaré a mi casa.
- Espera, espera... -conseguí decir con un gran esfuerzo-. Creo... Creo... Que no estoy muy bien -continué mientras me tocaba la cabeza.
- ¿Por qué? ¿Te duele mucho? -dijo aún más preocupado.
- No... Bueno sí, pero es que... Creo... Creo que tengo alucinaciones.
- ¿¡Qué!? -contestó prácticamente chillando. Esa voz dulce y armoniosa se volvió molesta. -¡¿Por qué dices eso?!
- Porque... Verás... Porque... Estoy viendo a Michael Jackson.