21 de abril de 2010

Capítulo 20.

No va a fallar nada.

Su mirada no mostró sorpresa alguna, ni siquiera desconcierto. Siguió contemplándome de esa manera tan irresistible que haría temblar hasta a una piedra.
Vi como entreabría un poco los labios e imaginé que la respuesta iba a llegar.
- Sí... -susurró.
Sin duda alguna, era la palabra que más deseaba oír en estos momentos, pero asombrosamente no fui capaz de hacerlo de inmediato. Mi cabeza comenzó a dar vueltas y mis manos perdieron firmeza alrededor de su cuello.
Un momento... ¿Tanto tiempo esperándolo y ahora no iba a ser capaz de hacerlo?
Sí, sí iba a ser capaz. Claro que iba a ser capaz.
No retiré mis ojos de los suyos y me incliné lo suficiente como para rozar sus labios de la forma más delicada que podía. Los presioné suavemente y los retiré. Esperé unos segundos y lo repetí. Entonces él me devolvió el beso y cogió mi cara con su mano derecha, atrayéndome más hacía él. Recuperé la solidez de mis brazos e hice lo mismo. Sus labios acariciaban los míos con ternura, con sutileza.
Al cabo de unos minutos, Michael separó nuestras cabezas con cuidado y rozó mis labios con su dedo suavemente.
- Deberíamos salir -sonrió. Se dio la vuelta y comenzó a nadar hasta la orilla.
Inspiré hondo para intentar recuperar mi respiración habitual, trastocada por sus perfectos besos, e hice lo mismo.
Cuando llegué vi como asesinaba con la mirada al sol que se había ocultado tras una nube, impidiendo que nos secáramos. Me reí y me miró, asesinándome a mí también. Me acerqué hasta él y le rodeé con mis brazos, apoyándome en su pecho.
- Gracias... -le dije.
- ¿Por qué? -preguntó, abrazándome él también.
- Por hacer que una tarde cualquiera pueda ser tan especial.
- En ese caso debería darte las gracias yo también... En verdad, debería agradecértelo más que tú a mí.
Me retiré de su pecho y le miré, mostrándome totalmente en desacuerdo.
- No, no. Perdona, señorito Jackson, pero eso no es así. Lo que has hecho tú por mí... Bueno, podría entrar en detalles, pero la verdad, para lo poco vergonzosa que soy yo, esto sí me da vergüenza decirlo. Creo que de momento no te voy a hacer ninguna declaración de amor.
- Salvarme -dijo, de repente.
- ¿Qué? -le miré sin entender.
- Que me has salvado.
- ¿Salvar...? ¿Salvarte? ¿De qué...? -tartamudeé.
- De todo. Creía que estaba solo y que siempre lo iba a estar. Puedes estar rodeado de mucha gente y sin embargo sentir que no hay nadie, ¿no? Así me sentía yo. Cuanto más solo me encontraba, más triste estaba y más me apartaba de todo el mundo, lo que creaba en mí más tristeza. Era como una cadena interminable, en el que el único final que veía era ese: la soledad. No notaba que le importara a nadie; probablemente a la gente le importara Michael Jackson, pero no Michael a secas. Lo que pudiera decir o pensar no tenía significado para nadie, ni siquiera, en ocasiones, para mi propia familia. Pensaba que nunca iba a encontrar a ninguna persona que realmente me quisiera por lo que era, no por quien era; alguien que llenara el vacío inexplicable que sentía. Pero apareciste y de repente muchas cosas cobraron sentido. Me salvaste de los demás y de mí mismo.
Sus ojos se clavaban en los míos con tal intensidad que pensaba que estaba leyendo mi mente. Incapaz de pronunciar una palabra después de haber escuchado todo eso, le abracé, más fuerte que de costumbre. Seguramente le estaba haciendo daño, pero daba igual, necesitaba que supiera lo mucho, muchísimo, que me importaba. Me separó como pudo (no se lo puse nada fácil ya no quería dejar de estrujarle) y me besó en la frente.
- ¿Ves? Te debo mucho -sonrió-. Um... ¿Qué te parece si nos vestimos?
Caminó hasta el árbol donde había dejado ordenadamente su ropa y yo fui recogiendo lo que iba encontrando de la mía. Me pregunté cuándo volvería a verle de ese modo.
Tras ponerme la camiseta, agarró mi mano y me llevó hasta un árbol que se encontraba a unos pocos pasos. Se sentó, apoyándose en su enorme tronco y tiró de mí hacia abajo, recostándome contra él.
- Ahora quiero oírte yo a ti.
- ¿Y qué quieres oír exactamente?
- Tu declaración de amor -rió.
- Mi declaración... Claro... -suspiré-. No me hagas esto, por favor.
Levantó mi cabeza, que estaba apoyada en su pecho, y buscó mi mirada. Como sabía que si me enfrentaba a esos dos ojos negros iba a acabar cediendo, decidí esquivarla y taparme la cara con las manos, volviéndome a recostar contra él.
- No me digas que te da vergüenza esto y no te da vergüenza preguntarme... En fin, lo que me preguntaste hace un rato en el lago.
- Lo que te pregunté hace un rato en el lago es sólo una pregunta al fin y al cabo. Decirte esto supone desvelarte mis sentimientos.
- Ah, claro, y de ello depende la salvación del mundo -dijo, burlándose de mí-. Venga, no seas así.
Intentó descubrirme la cara, y cuando al cabo de varios intentos vio que era imposible, comenzó a hacerme cosquillas. Sabía perfectamente que era uno de mis puntos débiles.
- Dímelo o no pararé nunca. Y sabes que voy en serio.
Acabé, como siempre, tirada en el suelo, con él inclinado sobre mí, riendo casi tanto como yo.
- Tú verás, te aseguro que puedo seguir así días y días.
- ¡Vale, me rindo! ¡Te diré lo que quieres oír! -dije, una vez que me dolía la tripa de tanto reírme-. Ven, túmbate.
Tiré de su camiseta hacia abajo y le hice colocarse a mi lado. Nuevamente, le tuve tan cerca que mi capacidad de autocontrol acabó por los suelos. Me acerqué más a él y le cogí la cara para darle un suave beso.
De verdad que nada podía compararse con la sensación que sentía cuando sus labios chocaban con los míos. Por ello era comprensible que, una vez que lo había probado, no quisiera dejar de hacerlo.
- No me líes -dijo, al cabo de unos minutos, retirándose y apoyando su dedo índice en mi boca, como hizo la primera vez-. No me hagas desviar mis prioridades hacia otra cosa.
- Ah, ¿qué puedo hacerlo?
- Sí. Pero no estamos hablando de cuánto poder podrías ejercer sobre mí, sino...
- ¿Puedo ejercer poder sobre ti?
- Mucho.
Sonreí. Seguro que no era ni la mitad de la mitad del poder que el tenía sobre mí, pero el tener un poco significaba que sentía, aunque fuera mínimamente, lo que sentía yo.
- ¿Y cuánto...? -detuvo mis palabras con su dedo y puso los ojos en blanco.
- No me hagas volver a las cosquillas -dijo, mientras destapaba mi boca.
Se supone que tenía que comenzar a hablar pero en lugar de eso me quedé observándole. Estaba muy muy muy guapo. El sol hacía que su tez morena fuera realmente hermosa y que su sonrisa brillara tanto que podría competir con la luz del mismo sol. ¿Cómo alguien podía ser tan bello?
Abrió la boca, para protestar imaginé, pero esta vez fui yo la que le callé.
- ¿Eres consciente de lo hermoso que eres? -Quitó mi mano de su boca, y se dispuso a hablar, pero una vez más, le detuve-. No me digas que no. Eres realmente bello. ¿Y sabes que es lo mejor de todo? Que no sólo lo eres por fuera -acaricié su cara, para después apoyar la mano en su pecho, sintiendo los latidos de su corazón bajo ella-, también lo eres por dentro.
Agarró mi mano y la tocó con esa ternura tan propia de él.
- ¿Querías una declaración de amor? Bueno, no sé si esto lo será, pero... Sólo quiero que sepas que hasta que tú llegaste, yo no era capaz de sentir muchas cosas que ahora son lo más normal dentro de mí. Tú has cambiado todo. Has cambiado mi forma de pensar, mi forma de entender las cosas, mi forma de ver el mundo... En tan sólo dos meses, Michael. Llegaste, y destrozaste mis esquemas; rompiste todo en mi interior. Conseguiste que aparecieran por primera vez las verdaderas ganas de ver a alguien, la verdadera ansiedad por no poder hacerlo, la verdadera necesidad de que ese alguien este a tu lado, las famosas y geniales mariposillas dentro del estómago cuando ese alguien se acerca... La felicidad que te da saber que está ahí. No sé si eso podrá llamarse o no amor, sólo sé que me alegro de que hayas sido tú, y no otro, el que haya hecho todos estos cambios. Y me alegro porque sin duda tú eres la mejor elección que alguien puede realizar.
Solté aire y le miré, intentando hallar algo nuevo en su rostro. Pero no dijo nada.
- ¿Ves? Hablo demasiado. He dicho cosas que no querías oír, ¿verdad? ¿Por qué no me callas? O mejor... ¿Por qué me dejas empezar a hablar?
- Me gusta todo lo que has dicho.
- Entonces, ¿qué pasa?
- Nada... Es sólo que yo siento lo mismo.
En ese momento me le hubiera comido, entero, sino hubiera sido por la expresión que se mantenía en su rostro. También podría haber dado saltos y subirme por los árboles, sino hubiera sido porque él se mantuvo quieto, como si no le importara.
- Y eso... ¿es malo? -dije, mordiéndome el labio inferior.
- Sí y no. No es malo mientras todo siga así. Si algo falla... Entonces si será malo.
- No va a fallar nada. No tiene por qué fallar. No sé por qué piensas así.
- Créeme, tengo mis motivos para pensar así.
- Adelante, estaré encantada de oírlos.

4 comentarios:

  1. sisi! yo tambieen quiero oirla!! =D

    qe preciosidad enserio...!

    continuaa liberian..mas mas! qe drogaaa! :P

    besoos!

    paolii95

    ResponderEliminar
  2. estoo me esta gustandoooooooo +

    ResponderEliminar
  3. Me encantó el capitulo! muy tiernooo!

    Ya quiero saber como sigue esta hermosa historia! =D

    Maga

    ResponderEliminar
  4. MY GOOOOOOOOOOOOODD!! lo confesóo!!!
    esto esta geniiiaaal.... de volada a leer el
    siguiente vooy! :D

    24 de junio de 2010 03:10

    ResponderEliminar