13 de abril de 2010

Capítulo 14.

Peligrosamente cerca. Peligrosa debilidad.

La cara que se me quedó cuando escuché eso también fue digna de grabar y conservar para la posterioridad. Desde luego, esa petición era la que menos me imaginaba.
Preparada para enfrentarme a sus ojos, tomé aire disimuladamente y me di la vuelta.
- ¿Ha pasado algo?
- Sí... Bueno, en realidad no. Quiero decir... He discutido con Joseph. Pero eso no es nuevo, estoy acostumbrado... -bajó la cabeza. Noté que eso le dolía-. Es solo que... No quiero estar solo... -continuaba jugando con aquella cuchara-. Tampoco quiero obligarte a que lo hagas. Es tu casa, sino quieres me voy y no pasa nada, de verdad.
Medité durante unos segundos cuál sería mi comportamiento si Michael pasaba la noche aquí. Nunca había sido sonámbula, así que las posibilidades de levantarme y confesarle todas esas mariposillas que corrían por mi estómago cuando estaba con él o cuando simplemente le recordaba, eran mínimas.
Pero claro, hasta la fecha la posibilidad de sentir esas cosas por un chico también eran mínimas.
Pero él llegó y cambió todo.
Así que, ¿por qué no me iba a convertir a mí en sonámbula?
Puf...
- Puedes quedarte, Mike. No hay problema -le dije, finalmente y me lo repetí a mí misma-. ¿Te gustan los spaguettis? -sonreí.
- Sí... Pero la verdad es que no tengo mucho hambre, así que no te molestes.
- En tu casa come lo que quieras, en la mía se cena en condiciones -le saqué la lengua, provocando una gran sonrisa en él... Tuve que recordarme a mí misma que para vivir en este mundo había que respirar, porque una vez más lo había vuelto a hacer.
- ¿Sabes de esa capacidad tuya para deslumbrar a todo el mundo, Michael?
Me miró, estupefacto.
- ¿Deslumbrar? Yo no hago eso...
- ¿Ah, no? No creo que mis amigas te puedan decir lo mismo...
Reí, con ganas y le tiré una servilleta que acababa de sacar nueva para él. Hasta cuando le salían esos pequeños coloretes en sus mejillas estaba impresionantemente guapo.
Cenamos en la mesa del salón, mientras le contaba varios chistes que hicieron que se atragantara un par de veces por reírse.
- Vale, ya no cuento más, lo prometo. Oye, estás manchado aquí -señalé justo encima de mi labio.
- ¿Aquí?
- No, a la derecha.
- ¿La tuya, o la mía? -dijo, tímidamente.
Nos miramos y comenzamos a reír de nuevo.
Cuando acabamos de cenar, me puse a recoger la mesa y vi que él hacía lo mismo. No pude evitar reírme en mi fuero interno. “Michael Jackson recogiendo la mesa de mi humilde casa. Me cuentan esto hace 3 meses y no me lo creo”.
- ¿Te ayudo? -preguntó, mientras encendía el grifo para comenzar a fregar toda la cacharrería.
Reí de nuevo.
- No, Mike. No es necesario. Además, cuéntame eso que me has dicho esta mañana -me miró sin entender-. Me has dicho que me tenías que contar algo.
- ¡Ah, si! Voy a grabar un disco -esta vez fui yo la que no entendía. Que yo sepa, tenía muchos grabados. Vio mi expresión y comenzó a explicarse-. Uno en solitario. Con Quincy Jones. ¿Le conoces? Es un buen productor y confía en mí. Dice que tiene grandes cosas que ofrecerme y que sabe que yo tengo grandes cosas que ofrecer a la música.
- ¡Guau, eso es genial! ¡Me alegro mucho, Mike! -si hubiera estado más cerca y no tuviera yo las manos empapadas le hubiera dado un abrazo de esos que hacen historia. Justo en el momento en que empecé a sonreír, caí en la cuenta de una cosa...-. Por eso has discutido con tu padre, ¿verdad? -apagué el grifo y me sequé las manos. Quizá ahora sí necesitase un abrazo.
- Sí... Joseph no entiende que quiera despegar por mí mismo. Piensa que la familia es lo más importante, pero, Judi, yo quiero... Necesito ese disco. Necesito algo en lo que creer de verdad. Necesito saber hasta dónde puedo llegar. Sé que Joseph no confía que pueda hacer algo grande, así que también quiero demostrarle a él que sí puedo hacerlo. He pasado muy buenos ratos con mis hermanos y tampoco siento que les esté abandonando. Al fin y al cabo son mi familia... -Parecía haber tristeza en su mirada al decir esa última palabra- Realmente quiero hacerlo. Lo necesito. ¿Piensas que hago mal?
- ¡Por supuesto que no! Es lógico que quieras grabar tu propio disco y nadie tiene porqué impedírtelo. Además, ¿sabes qué? Estoy segura de que vas a ser el mejor.
Para sorpresa mía, fue él quien me abrazó y ese maravilloso aroma vino a mí de nuevo.
- Gracias -susurró en mi oído-. Sabía que tú lo entenderías.
Cogió mi cara con una mano, mientras con la otra me sostenía por la cintura. Inconscientemente, giré un poco mi cabeza, lo suficiente para sentir que sus labios estaban peligrosamente cerca de los míos...
No podía cometer tal insensatez. No podía hacerlo. Era tan fácil como volver a girar la cabeza de nuevo y apoyarla en su pecho. “Sí, claro, facilísimo huir cuando le tengo tan cerca... Idiota”, pensé. Y me maldije a mí misma una y otra vez por ser tan vulnerable con cualquier mínimo detalle que provenía de él.
Fue Michael quien finalmente se separó de mí.
- Venga, termina de fregar, anda.
Me guardé todas las emociones que había desatado en mí y me di la vuelta para seguir con mi tarea.
- ¿De verdad no quieres que te ayude?
- Que pensaran todas tus fans si te ven fregar unos platos... Perderías todo el sex-appeal que tienes, Michael. No puedes hacerlo -me burlé de él.
Me miró desafiante y metió las manos en el grifo para coger un poco de agua y tirármelo en la cara. Le asesiné con la mirada e hice lo mismo, dándole después un codazo en el estómago.
- No juegues con fuego -le dije-. No sabes cómo soy, señorito Jackson. Te aseguro que te dejaría hecho una esponja, chorreando agua todo el día.
Volvió a mirarme de la misma forma y exhibió una sonrisa picarona. Cogió un vaso de los que ya había fregado, le llenó de agua y me le tiró encima, dejándome completamente calada.
Mi semblante fue todo un poema.
- ¿Decías...? -dijo, entre risas.
Le miré, comenzando a idear mi estrategia. Tenía una mano metida en la pila, así que sería fácil. Busqué con disimulo la cazuela y la atraje hasta el grifo, por lo que se empezó a llenar.
- Vale, me rindo -dije, con carita de cordero degollado-. Tú ganas, realmente no me esperaba eso -por supuesto, mientras me “rendía”, la cazuela seguía llenándose.
Me di la vuelta, para “seguir fregando” y cuando Michael estaba despistado, levanté la cazuela y le eché toda el agua que tenía por encima. No sé si se lo esperaba o no, pero su contraataque fue rápido. Me cogió en brazos, y comenzó a caminar. Imaginé que buscaba el servicio.
- ¡¡No, no, no!! ¡¡No lo hagas!! ¡¡Te lo advierto!! -le dije, golpeándole en la espalda que, por supuesto, estaba empapada. No podía evitar reírme, así que supongo que eso hacía menos creíble que estuviera cabreada. En realidad, estaba encantada de que me tuviera en sus brazos.
Conseguí zafarme de él y corrí de nuevo hasta la cocina. Nunca me explicaré cómo lo hizo, pero cuando yo llegué él ya estaba allí, preparado para atraparme de nuevo. Me cogió de la mano y me aprisionó contra la pared, cerca del grifo, de donde comenzó a coger agua y a echármela encima sin descanso.
- ¡Para, para! ¡¡Michael!! -gritaba, aún entre risas.
- ¡Este es el sabor de la venganza! -decía él, riéndose aún más.
Entonces, sonó la cerradura de la puerta y aparecieron las chicas, que nos miraron atónitas. Michael paró de echarme agua y me miró, con una sonrisa tan amplia y tan brillante que podía ser perfectamente la 8º maravilla del mundo. ¿Resultado de todo eso? Los dos completamente empapados y la cocina como si fuera un mar.
- ¿Qué hacéis? -dijo Marina, acercándose, anonadada-. Si queríais daros una ducha, el baño está ahí al lado.
Comenzamos a reír de nuevo y de verdad creía que esta vez no íbamos a poder parar.
Las chicas se metieron cada una en su habitación y nosotros empezamos a recoger la cocina.
- Lo tuyo tiene solución -comentaba Michael-, es tu casa, tienes ropa. Pero yo, ¿qué hago? Mira como estoy... Te odio, de verdad.
- No, no lo haces -dije, empujándole levemente-. Además, lo tuyo también tiene solución. Seguro que algo te puedo dejar, no te preocupes. Por cierto, el pelo mojado te queda bien, ¿eh? -dejé escapar una risita.
Cuando acabamos de recoger todo, fuimos a mi habitación. Estaba segura de que tenía alguna camiseta que pudiera valerle y que no resultara muy ridícula. Cuando al fin la encontramos, me metí al baño a ponerme el pijama y luego entró él, mientras yo le esperaba en el sofá.
- ¿Dónde voy a dormir? -apareció de pronto.
- Puedes dormir en mi cama, yo dormiré aquí, en el sofá, no me importa.
- ¡De eso nada! Yo duermo en el sofá, que para eso es tu casa.
- No, Michael, no. Como es mi casa yo decido. No voy a dejarte dormir en el sofá.
- Yo a ti tampoco.
- Entonces, durmamos los dos en mi cama.
Lo pensó durante unos segundos, mientras jugaba con un pequeño rizo que le caía por la frente.
- Vale. Es una buena idea.
Estuvimos un rato más en el sofá hablando, más bien riendo, y cuando el reloj marcó las 2 nos fuimos a la cama. Era increíble como pasaba el tiempo a su lado.
- ¿Qué lado te pides? -me dijo.
- Um... El izquierdo.
Se echó a reír.
- Genial. En realidad no te iba a dejar pedirte el derecho, tendríamos una nueva guerra.
Le tiré un peluche a la cara y esbozó otra sonrisa que escondía picardía.
- No creo que a tus amigas las haga mucha gracia que vuelen peluches a las 2 de la mañana.
- Tienes razón -sonreí, mientras me metía en la cama.
Michael hizo lo mismo y nos quedamos tumbados frente a frente. Comencé a jugar con uno de sus rizos, como había hecho antes él.
- ¿Tienes sueño? -preguntó.
- La verdad es que no.
Durante un buen rato continué jugueteando con esos graciosos rizos que tenía, mientras él me miraba sin decir nada. Parecía encontrar algo en mí con que mantenerse distraído, pues no mostró estar aburrido en ningún momento, todo lo contrario. A veces creí ver como movía los labios, como si tuviera intención de decirme algo, pero tampoco estaba muy segura. Al fin y al cabo, era tarde, y la habitación estaba a oscuras.
- Vamos a dormirnos, anda -dijo al cabo de un rato-. ¿Quieres que te cante algo?
¿De verdad lo estaba preguntado? ¿Quién no querría que esa dulce voz le cantara?
- Me encantaría, Mike -solté su cabello, y me acurruqué en su pecho.
Reconocí al instante la melodía de “Destiny”. Según me había contado ese disco no era de su agrado, pero a mi me parecía genial. Esa canción en particular era preciosa y mezclada con su exquisita voz lo era aún más.
“I want Destiny. It's the place for me. Give me the simple life. I'm getting away from here.
Let me be me, let me feel free, let me be me...”
Cuando me desperté a la mañana siguiente, comprobé que Michael me tenía rodeada con sus brazos. No pude evitar sonreír y abrazarle aún con más fuerza.
- Buenos días, pequeña. ¿Cómo has dormido?
¿Qué cómo había dormido? Oh, bueno, decirle que había sido la mejor noche de mi vida se quedaba bastante corto.
- Muy bien -sonreí aún más-. ¿Y tú?
Me incorporé para mirar sus ojos de cerca. Muy de cerca. Demasiado, quizá.
- Hacia tiempo que no dormía tan bien -y me regaló una de esas sonrisas que detenían el corazón de cualquier ser humano. Si no quería quedarme embobada, debía hacer algo.
- ¿Desayunamos? -y pegué un salto de la cama-. No sé si las chicas se habrán levantado -me dije, más a mí misma que a él.
- Sí, sí lo han hecho.
- ¿Cómo lo sabes?
- Las he oído. Hace como unas dos horas, o así.
- ¿Estabas despierto?
- Sí, no podía dormir.
- ¿Y qué has estado haciendo? ¿Por qué no me has llamado? -me sentía muy culpable. Michael sin poder dormir y yo sin poder parar de hacerlo. El pobre habría estado todo el rato mirando al techo, conmigo tirada encima de él. Además, para rematar, seguro que había dicho algo en sueños. Sueño mucho, muchísimo. Y encima hablo.
- Mirarte -dijo, clavando sus ojos en mí. Taladrándome, más bien. A los pocos segundos bajó la cabeza y cambió de tema-. Por primera vez en mucho tiempo, hasta tengo algo de hambre -sonrió.
Tuve que mover la cabeza un par de veces antes de poder contestarle. Nunca dejaría de sorprenderme. ¿Mirarme? ¿A mí?
- Claro, has probado mis spaguettis y te han encantado tanto que quieres más.
Un peluche impactó contra mi cara.
- Te la debía -dijo, guiñándome un ojo. Y salió de la habitación corriendo.
Desayunamos y para variar nos tiramos en el sofá, cada uno en un extremo.
- ¿Estamos enfadados o qué? -le saqué la lengua, mientras le tiraba un cojín.
- Yo sí, tú no sé -me devolvió el cojín.
- ¿Tú? ¿Enfadado? ¿Por qué? ¿Porque te haya dejado sin ropa? Bah, minucias.
- Tienes razón, minucias -sonrió ampliamente-. Ven aquí, anda.
Se inclinó para coger mi mano y tirarme encima de él. Como siempre, fue más rápido que yo y no me dio tiempo ni a reaccionar cuando ya estaba haciéndome cosquillas. Mi respuesta fue letal y terminamos los dos en el suelo, literalmente. Se levantó cual gacela y cogió uno de los cojines que había. Con movimientos más lentos, hice yo lo mismo y nos quedamos frente a frente, esperando el ataque del otro.
En ese momento, llamaron a la puerta y toda la magia se perdió. Dejé mi cojín en el suelo y con una mirada le amenacé:
- No te muevas. Volveré a acabar contigo.
Fui hasta la puerta dando saltos, radiantemente feliz.
Cuando abrí, las cosas comenzaron a cambiar.
- Hola, nena.

6 comentarios:

  1. WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

    MAS
    MAS
    MAS
    MAS
    MAS!!

    Me tienes enganchada judith!!

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  2. INCREIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIBLE =) SUBLIMEEEEEE!!!! POR FAVOR NO TARDES EN SUBIR EL PROOOOXIMOOOOOO me encanta me encanta

    y la nocheee juntos... ai madre q me da mal ^^

    sara.

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  3. me encantaaa!! totalmeentee engaaanchada...!!!

    subee cuuanto antees el siguieente capituuloo...!! perfeecto el fic:)

    Paaoli95!

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  4. DIIIIIIIIIIIIIIOOOOOOOOOOOOOOOOOOSSSSSSS!!!!!!
    waaah!!! *comienza a correr como loca*
    me gusta muchooooo!!!! ♥♥♥♥

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  5. :OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO !!!!!!!

    3 de junio de 2010 01:10

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  6. NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!
    ¿¡que rayos hace ese ahí!?
    Grrrrr!!!!! buen capi... me derretí cuando leí ese "mirarte" *plop*!!
    Gracias por esta historia ♥

    24 de junio de 2010 02:17

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