La realidad supera a los sueños.
Acarició cada rincón de mi cuerpo con sus dedos, provocando mil millones de escalofríos. Había auténtica electricidad entre sus manos y mi piel, que reaccionaba ante cualquier movimiento suyo. Sus labios se mantuvieron sobre los míos durante varios minutos, besándome con dulzura, con ternura, y sobre todo, con una pasión a la que no me tenía acostumbrada. Cada beso estaba cargado de sentimientos; de deseo, de frenesí, de esa pasión que nunca me había mostrado hasta ahora, pero sobre todo, de amor. Trasladó su boca exaltada a mi cuello, acariciándole, besándole, mordiéndole; haciéndome perder la cabeza, y la noción del tiempo. Recorrió con máxima delicadeza cada recoveco de mi cuerpo mientras, poco a poco, se iba deshaciendo de mi ropa. No recuerdo cual fue el momento exacto en que quedé completamente desnuda, sólo puedo pensar en como sus manos se deslizaron a través de mi piel, y de mi alma, sosteniéndola como si fuera la suya propia. Tampoco sabría decir cuando él quedó en el mismo estado; lo único que recuerdo es como me coloqué encima suyo, mientras mis labios besaban toda su perfecta figura, que se mostraba ante mí con una belleza que jamás podría haber imaginado. Igual que hizo él, recorrí todo su cuerpo, rozando cada mínimo rincón de él, haciéndole sentir lo mismo que, anteriormente, me había hecho sentir a mí. La misma química, la misma electricidad que había experimentado cuando sus manos, sus labios, acariciaban mi piel, la sentí cuando besé todo su cuerpo.
Sus manos rodearon mi cintura en todo momento, sujetándola con firmeza, y sin perder seguridad. Se colocó nuevamente sobre mí, clavándome ese par de ojos negros que me habían hecho aprender a sentir, a desear, a amar.
- No quiero que esta magia se pierda nunca... -susurró-. Déjame hacerla eterna.
Me entregué completamente a él, queriendo que realmente lo hiciera eterno, queriendo ser suya para siempre, queriendo que me perteneciera hasta el fin de mis días; hasta que mi corazón dejase de latir. Dejé que me condujera hasta los límites del placer, del sentimiento. Sentía su respiración agitada, al igual que él la mía, y le abrazaba con más fuerza para sentirlo aún más cerca. En ningún momento dejó de mirarme a los ojos, sintiéndome, y haciéndome sentir que él estaba allí conmigo.
- Te quiero... -susurraba de vez en cuando en mi oído, haciendo que volviera a buscar sus labios con la mayor de las urgencias.
El mundo se detuvo, el tiempo se paró; sólo estábamos él y yo, fundidos en una sola persona; entregados el uno al otro. Buscándonos, notándonos, deseándonos, sintiéndonos. Amándonos...
Michael cayó rendido sobre la cama al cabo de unas horas, aún con la respiración acelerada. Mi corazón seguía latiendo a veinte mil por hora, y tampoco conseguía recuperar el ritmo de respiración natural. Rodé hasta él, y me apoyé en su pecho, dándole un suave beso. Acarició con su mano mi cabello, y me besó en la frente.
- ¿Qué hora crees que será? -le dije, una vez que volvía a ser persona.
- ¿Es eso lo primero que me dices después de estas horas tan mágicas?
Me incorporé y escruté su rostro, particularmente sus ojos. Volvían a tener esa dulzura que tanto amaba.
- Perdona... Um...-cavilé durante unos instantes todo aquello que pasaba por mi mente, y comprendí que las palabras no me iban a alcanzar-. Te quiero -sonreí, mientras me mordía el labio-. Te quiero muchísimo, Michael. Te quiero más que al aire que respiro, más que al suelo sobre el que camino. Te quiero más que a cualquier cosa que pueda haber en este mundo -escuchaba expectante mis palabras, mientras él también sonreía-. Y esto... Esto que acaba de pasar, ha sido... -cerré los ojos, y sonreí aún más. Recordé cada beso, cada caricia, cada respiración agitada...-. Ha sido mucho mucho mucho más que perfecto.
- Eso está mejor... Muchísimo mejor.
- ¿Y tú no tienes nada que decirme? ¿Ha sido como te lo imaginabas? ¿Ha sido tan especial como soñabas?
- No. Ha sido más de lo que me imaginaba. Ha sido más especial de lo que nunca había soñado.
Sonreí aún más, y noté como se me hizo un nudo en la garganta. Él también lo notó y me apoyó de nuevo en su pecho.
- ¿Has sentido alguna vez que la realidad supera a los sueños? -se detuvo, pero yo me sentía incapaz de decir una palabra-. Nunca me había imaginado al lado de una persona tan maravillosa. Al lado de alguien que me hiciera sentir tantas cosas como tú me haces sentir. Nunca hubiera imaginado que la vida me aguardaba tanto amor como el que tú me das. Nunca me hubiera imaginado que pudiera querer tanto a alguien, que pudiera desear tanto a una persona. Nunca, ni en mis mejores sueños, Judi. Quiero que tengas claro que eres mucho más de lo que he soñado alguna vez.
Me acurruqué con más fuerza contra él, y recogí una lágrima que resbaló por mi mejilla.
- Sensiblona -dijo, entre risas. Vi como alzaba la mano y cogía el reloj de encima de la pequeña mesa que había junto a la cama-. Son las cuatro y veinte. ¿Y si comemos algo?
- ¿Tú? ¿Me estás hablando de comida tú? ¿El mismo que siempre dice... “sólo como para sobrevivir, pero nunca tengo hambre”? -sonreí. Le había agotado-. Claro, has disfrutado tanto que ahora estás muy cansado y necesitas reponer fuerzas.
- Seguro que ni la mitad que tú.
- Uy que no...
- Si quieres te imito en estas últimas horas, a ver quien de los dos lleva razón. Me extraña que los vecinos no hayan llamado a urgencias al oírte.-rió a carcajadas y yo abrí la boca hasta el suelo. Me puse roja como un tomate y me separé de él-. ¿Te sorprendes de lo que digo?
- Idiota.
- Qué, sólo digo lo que hay.
- Idiota.
- Oye, que a mi también me ha encantado, boba. Pero ya sabes, tengo más capacidad de autocontrol.
- Idiota.
- ¿Sólo sabes decir eso?
- Sí. Idiota.
- Ven... -me atrajo de nuevo hasta él y me besó dulcemente, mordiendo mi labio inferior con ternura-. A mí también me has hecho perder la cabeza, te lo aseguro...
Le miré de nuevo y sonreí. Sí, lo había hecho.
- Voy a levantarme -dijo, de pronto-. Eh... No mires, ¿vale?
- ¿Cómo?
- Que no mires... Por favor, me da vergüenza -sonrió, tímidamente.
Cogió la almohada de debajo de mi cabeza y me tapó con ella. Cuando quise quitármela ya se había ido.
- Idiota... -murmuré.
- ¡¡Te he oído!! -oí a lo lejos y reí. Supuse que estaba en el baño.
Me estiré todo lo larga que era en la cama, y me di cuenta de que no podía parar de sonreír.
Hacía mucho tiempo que intentaba imaginar como sería este momento. Y recuerdo que lo imaginaba como algo mágico, como algo especial. Había soñado como Michael y yo nos fundíamos, convirtiéndonos en una sola persona, y lo había soñado como algo lleno de fuerza, de sentimiento, de pasión.
Pero esto... Esto escapaba a la imaginación, a las palabras. Magia, sentimiento, fuerza, unión. Todas aquellas palabras podrían aproximarse a ello, pero ninguna alcanzaba la magnitud suficiente para hablar de ello con exactitud. No había una forma posible de describir las horas que había pasado con él.
Como bien había dicho Mike minutos atrás... La realidad había superado a los sueños.