2 de julio de 2010

Capítulo 31.

Impedimentos.

Decidí posponer mi momento ducha y me senté en el sofá, atenta a todo lo que Michael pudiera decir. Su voz sonaba tranquila en un principio, en realidad pocas veces lo había visto alterado. Como supuse que iba para largo, me levanté del sofá y le acerqué una silla para que pudiera sentarse en ella. Me lo agradeció con la mirada y se sentó, no sin antes suspirar.
- Joseph, escúchame, sé lo que hago, ¿de acuerdo? Aún quedan unos días... -hizo una pausa y cerró los ojos-. No, no, no. No estoy estropeando nada. Nada tiene porque cambiar si yo... -volvió a hacer una pausa, esta vez mucho más larga. Yo comencé a ponerme nerviosa, la conversación estaba subiendo de volumen. No sólo lo notaba en la voz de Michael, también en su rostro, que ahora se mostraba tenso-. Creo que soy lo bastante mayorcito como para tomar mis propias decisiones. Sé que lo olvidas muy a menudo pero voy a cumplir 21 años, Joseph, no soy un crío. Te aseguro que dentro de poco tendrás que dejar de preocuparte por estas cosas -pausa de nuevo. Me acerqué hasta el él y apoyé mi mano en su hombro. Me miró de reojo y apoyó su mano sobre la mía-. Claro que me importan, ellas me dan mucho, pero no tiene nada que ver, yo soy libre para estar con quien quiera... -se me heló la sangre tras escuchar esto. ¿Se estaban refiriendo a mí? ¿Le estaba metiendo en problemas con su padre?-. Sé perfectamente que esto no te gusta, pero ¿sabes qué? Me importa muy poco si te gusta o no. Es mi vida y yo decido -tras unos segundos en silencio, se incorporó, nervioso, exaltado y supe que la conversación había llegado a su fin-. ¡Se acabó! No tengo porque aguantar esto. Soy una persona adulta, no vas a volver a controlarme. Nunca. Cuando digo se acabó, es que se ha terminado. ¡Del todo!
Dicho esto, colgó. Le observé asombrada; nunca le había visto perder los papeles. Siempre había discutido con su padre, pero nunca había presenciado ninguna y me sorprendió la frialdad con la que se trataban. Michael ni siquiera se dirigía a él como “padre”, sino como Joseph.
Me acerqué hasta él, abrazándole todo lo fuerte que podía.
- ¿Estás bien? -le susurré.
Él se separó y se llevó una mano a la cabeza.
- No, no estoy bien. ¡Estoy harto! Harto de que se meta en mi vida, de que quiera controlar todo lo que hago. Ponerme impedimentos, prohibiciones... ¿Quién se cree que es para obligarme a hacer algo, para controlarme de esta manera? Le he dado todo lo que tiene, vive donde vive gracias a mí, ¡todo lo que tiene es gracias a mi esfuerzo! Ha llevado mis discos, mis canciones, incluso mi forma de cantar como él ha querido, ¡y yo nunca le he exigido nada! Lo único que le pido es que me deje vivir la vida, que no se meta en mis decisiones... ¡Y ni siquiera respeta eso! -daba vueltas por el salón deprisa, moviendo las manos, suspirando y con un tono de voz elevado. Finalmente se sentó en el sofá, con los codos apoyados en las rodillas, sujetando entre sus manos su cabeza. Me acerqué hasta él y le acaricié sus rizos-. No puedo más, Judi, de verdad. No puedo más...
- Ven, ven conmigo.
Me apoyé en un brazo del sofá, atrayéndole conmigo y haciendo que se recostara contra mí. Permanecimos unos minutos en silencio y aprecié como derramaba algunas lágrimas. Sentí de nuevo su dolor y mi corazón comenzó a hacerse pedazos.
- ¿Qué te parece si nos duchamos y damos un paseo nocturno por la playa? -dije al cabo de un tiempo -. Seguro que conseguimos olvidar esto.
Se incorporó y mirándome a los ojos cogió mi cara.
- Lo siento, pero... Creo que sería mejor que nos fuéramos. No quiero... No quiero más broncas, más discusiones. No quiero llamadas telefónicas cada poco tiempo. No quiero que mi madre esté pendiente de todo, que seguro que lo está -desvié mi mirada y traté de contener el millón de sentimientos que tenía. Una vez más, algo se había interpuesto entre nosotros, pero lo último que quería es que también se sintiera mal por creer que él había fastidiado todo; él no había hecho nada-. Lo siento, lo siento mucho -continuó diciendo Michael-, no sabes cuánto me gustaría quedarme aquí contigo mucho más tiempo.
Agarré sus manos, y le besé dulcemente.
- Oye, no es tu culpa y lo sé. Eres culpable de otras muchas cosas -intenté sonreír y vi como el también lo hacía-, pero de esto no. No pasa nada, recuerda que tenemos mucho tiempo, es decir, una vida entera, para tomarnos otras vacaciones. Así que si tenemos que irnos... Nos vamos. No hay ningún problema.
Me levanté, sosteniendo aún sus manos, e hice que se levantara él también.
- Te quiero -dijo mientras me abrazaba.
- Yo también te quiero, Mike.
Subimos a la habitación, y se metió a duchar. Di varios paseos por la casa y me asomé al balcón para poder contemplar todo eso que me había maravillado durante varios días. Repasé cada mínimo detalle con total atención, deseando no olvidarme nunca de aquel asombroso lugar. Todo había sido tan absolutamente perfecto... Ojalá pudiéramos volver algún día.
Noté como caían unas gotitas de agua en mi hombro y me giré. Michael acababa de salir de la ducha y sólo llevaba puesta una toalla que dejaba al descubierto su precioso torso.
Le miré, totalmente fascinada y sonreí.
- Eh, esto es un delito. Es escándalo público. Deberían detenerte -me mordí el labio inferior y pasé mi dedo índice con suma delicadeza por su pecho-. Creo que es mi turno, el agua calentita me espera.
Comencé a caminar, pero agarró mi mano y me giró de nuevo.
- Algún día volveremos, te lo prometo -acarició mis mejillas suavemente y, todavía mirándome, se apoyó contra la barandilla del balcón.
Nos quedamos frente a frente durante unos segundos y pude sentir una vez más toda esa magia que giraba en torno a nosotros.
Si hace medio año me hubieran dicho que iba a estar completamente enamorada en poco tiempo, hubiera reído largo y tendido. Hasta hace relativamente poco me sentía incapaz de sentir nada por ningún chico; ninguno era lo suficientemente especial; ninguno me hacía sentir lo suficientemente especial. Yo era de hielo.
Si además hubieran añadido que ese chico iba a ser, nada más y nada menos, Michael Jackson, y que él me iba a corresponder, me hubiera reído a carcajadas durante horas de la persona que hubiera dicho tal tontería, e incluso le hubiera recomendado algún manicomio.
Sin embargo, ahí estábamos ahora.
Y cada vez tenía más claro que seguiríamos estando. Daba igual donde.
Si él estaba, si yo estaba, si estábamos juntos, todo eso que habíamos ido construyendo poco a poco, estaría.

5 comentarios:

  1. *___* Maldito Joseph ¬¬! Ha puesto de los nervios a Mike D: ! Que capitulo mas bonito! Ojalá vayan otra vez ahi de vacaciones : )
    Maria Jackson.

    ResponderEliminar
  2. Joseph, uf, siempre tiene que estorbar el hombre este? argh¬¬

    Que preciosidad hermosura, y me faltan adjetivos...para expresar como han sido estos dos capítulos Judi. :)

    Me han encantado. Pero eso, no es ninguna novedad la verdad, y llega un momento que termino de leerme los capitulos pero pienso: pero que le pongo ahora a estaa mujer?! jajajajaa


    Cielo, sabes que quiero que continues yayaya no? tampoco eso es ninguna novedad.


    Un Besazo gigante! :)


    Paola.

    ResponderEliminar
  3. que pena que discutiesen no soporto sentir que michael esta maly es una pena que se tengan que ir pero bueno... lo intrigante es que leches le habrá dicho el padre... :( espero que todo se arregle, me gusta ver que se sienten felices los dos =)

    ResponderEliminar
  4. Tu novela es fascinante, me encanta, si lees esto solo te pido algo, por favor que sea un final feliz, me daria mucha tristeza que despues de ver tantos momentos lindos entre ellos terminaran mal
    Gracias por escribir
    Un beso

    ResponderEliminar
  5. Jean, sólo te digo que aun queda muuuuucho, muchísisisisisisimo, hasta que acabe... Pero puedes estar tranquila, no me gustan los finales tristes :)
    Un besazo, y gracias a vosotras por leer ! :D

    ResponderEliminar