5 de julio de 2010

Capítulo 34.

Hasta el final.

Nos miramos sin decir nada durante varios segundos; segundos lentos, segundos eternos. Seguía temblándole el labio inferior y pude ver en sus ojos tristeza y preocupación. Retorné a los pensamientos del día anterior, donde la única salida que había encontrado era esa: irme. No es que yo quisiera alejarme de él, es que no podía convivir con la idea de que podía hacerle daño. No podía permitir eso.
- No voy a dejar que te vayas -rompió el silencio y se aproximó hasta mí. Agarró mis manos y me clavó sus ojos, como hacía siempre-. No tiene sentido.
- Yo le veo bastante sentido, Michael...
- Escucha, no es tanto como tú piensas, de verdad. Es verdad que, en cierto modo, me puede perjudicar el hecho de estar contigo ahora que se aproxima el disco y demás, pero te aseguro que estoy dispuesto a correr el riesgo de tenerte a mi lado -sonrió tímidamente, pero dejó de hacerlo cuando contempló mi semblante, todavía serio-. Judi, por favor. No podemos... Separarnos. Sólo el hecho de decirlo ya me duele.
- Mike, tú... No entiendes esto. Ya no es sólo por el disco, por lo que pueda perjudicarte en él y por todas esas historias. Es... -miré al cielo y solté sus manos-. Es todo. No me había dado cuenta hasta ahora, pero yo... Yo puedo hacerte más daño que nadie. Tienes tanta confianza depositada en mí que a veces me da miedo. Si yo cometiera un error, si hiciera algo inapropiado sin darme cuenta, si un día no puedo estar a tu lado, si...
- Tengo tanta confianza porque me has demostrado que puedo tenerla. Me lo has demostrado día tras día.
- Te lo he demostrado hasta ahora. ¿Qué pasará si, mañana, por lo que sea, te fallo en algo?
Reflexionó durante unos segundos y me miró de nuevo.
- ¿Eso es lo que te preocupa? ¿La mucha confianza que tengo en ti y las posibilidades de que me falles?
Suspiré. Sí, me preocupaba realmente. Nunca me había parado a pensarlo, pero ¿qué hacía yo con alguien como él? Dejando a un lado las múltiples cualidades que era evidente que tenía y de las que yo carecía... ¿Qué hacía yo, una terremoto, una revolucionaria, una alocada en las relaciones, con alguien tan “serio” en ese sentido como era Michael? Tenía muy claro mis sentimientos hacía él, pero lo tenía muy claro hoy. ¿Y mañana, lo seguiría teniendo tan claro? Yo siempre había ido de flor en flor, los novios no me duraban más de cinco meses y me cansaba en seguida de todos los chicos. ¿Qué pasa si mañana me canso de Michael? ¿Y si encuentro a otro? Hoy por hoy, no existía ninguna posibilidad de que eso pasara. Pero... ¿Y mañana? ¿De verdad Michael había sido capaz de cambiarme y hacer que asentara la cabeza de una vez? Por lo que había vivido con él hasta ahora, podía responder un rotundo sí. Él había roto todo en mi interior y lo había ordenado de nuevo. Me había hecho sentir amor por primera vez y había hecho que quisiera compartir mi vida con alguien de una forma seria. Pero... La duda de que eso fuera a ser así siempre me invadió por primera vez ayer. Al fin y al cabo, la cabra siempre tira para el monte. Y si un día se me cruzaban los claves, algo muy común en mí y decidía dejarle... Él me odiaría de por vida y, lo que es peor, sufriría. No podía permitirme eso. Simplemente, no podía.
- Michael, te quiero, te quiero muchísimo. Y necesito estar contigo, tanto como necesito respirar. Pero hay una cosa que necesito aún más... Que tú estés bien. Que todo vaya bien, que no haya nada que pueda causarte daño alguno. Tu sonrisa, tu felicidad, tu alegría. Eso lo necesito aún más. Y si para ello tengo que dejar de respirar... Lo haré.
- Judith...
- No, déjame acabar. Suena a tópico, pero es la verdad: tu sonrisa es la mía y tu dolor lo siento más que el mío propio. Si yo... -cogí aire de nuevo. El pecho empezaba a dolerme y las lágrimas afloraban de nuevo-. Si hay una mínima posibilidad de que yo pueda dañarte, estropear algo en tu vida, aunque sea algo insignificante, entonces tengo que alejarme. Sólo hay una cosa que me duele más que perderte y es causarte daño.
- Pero no, no es así. No lo ves con claridad. En todas las relaciones siempre hay riesgos, siempre hay dificultades y posibilidades de que algo salga mal. Pero no por eso se deben acabar. ¿Recuerdas todos mis miedos, todas las inseguridades que tenía en un principio? ¿Que hubiera pasado si hubiera decidido no continuar con esto por miedo a que saliera mal? -no dije nada y él volvió a aferrar mi mano-. Me aseguraste que no tenía porque ser así, que las cosas no siempre acababan mal y confié en ti.
- No tenías que haberlo hecho.
El desconcierto se reflejó en su cara y buscó mi mirada, que estaba fija en el suelo.
- No puedes decirme eso. No ahora después de... Tanto -se le quebró la voz y las lágrimas aparecieron de nuevo en mí. Evité su mirada de todas las formas posibles, pero tras unos segundos en silencio, sujetó mi mentón y me obligó a mirarle-. ¿Tú razón para irte se limita sólo al miedo que tienes por hacerme daño?
- ¿Y te parece poca razón?
- Insuficiente, sí. Es evidente que puedes hacerme daño, pero yo también puedo hacértelo a ti.
- No de la misma manera. Tú no vas a salir corriendo en cualquier momento.
- ¿Y tú si? -de nuevo desconcierto. Estaba segura de que no entendía a lo que me refería.
- No lo sé, Michael, no lo sé. Hasta ahora nunca había sido así, ¿vale? Nunca había querido, nunca había amado, nunca había vivido tantas cosas con una sola persona. No sé hasta cuando va a durar esto.
- ¿Por qué piensas eso ahora? Ayer me decías que esto era para siempre.
- Es precisamente eso lo que trato de explicarte. Ayer decía una cosa, pero hoy digo otra. Así soy yo. No tengo cabeza; y si la tengo, la tengo mal amueblada. ¿Que pasará cuando, a lo mejor no mañana, pero dentro de unos meses me canse de esto?
- Si puedo tenerte a mi lado hasta entonces, me arriesgaré a que eso ocurra.
- No, no, no. No. Porque entonces te haré daño.
- Si acabamos con esto ahora, me harás daño ahora.
- Mejor ahora que dentro de unos meses.
- No -respondió rotundo-. Déjame que decida lo que es mejor para mí, ¿vale cabecita loca? Quiero tenerte conmigo, y además, ¿sabes qué? Confío en ti. Tú lo hiciste, confiaste en mí, confiaste en esto, a pesar de mis miedos, mis dudas, mis inseguridades... A pesar de que todo parecía indicar que esto no iba a ir a ninguna parte. Confiaste. Creíste. Y me trasmitiste a mí lo necesario para creer también. Yo lo haré ahora. Te devolveré toda esa confianza que me diste un día -iba a protestar, pero su dedo índice en mis labios lo impidió-. Sé que no me fallarás, lo sé. De verdad que creo que esto va a salir bien, y que dentro de 10 años nos reiremos de todos estos momentos absurdos -sonrió y me miró fijamente, mostrándome la dulzura que nuevamente había en sus ojos. Se le veía seguro, confiado de lo que decía.
- Eres un cabezota -dije, una vez que me dejó hablar-. Quien avisa no es traidor.
- Dime una cosa.
- ¿Cuál?
- ¿Quieres que esto acabe?
- ¿No me escuchas cuando hablo? Quiero no hacerte daño y si para eso tiene que...
- Shh, calla. No te he preguntado si quieres hacerme daño o no. Mi pregunta ha sido clara, quiero una respuesta clara. ¿Quieres que esto acabe?
- No.
- ¿Me quieres?
- Sí. Mil veces sí.
Sonrió ampliamente y repasó mis labios con sus dedos.
- Es suficiente. No me importa nada más.
Me atrajo hasta él sosteniéndome por la cintura y me besó de tal forma que hizo que me olvidara de todo lo acontecido en las últimas horas.
- Hasta el final -me susurró al oído.

3 comentarios:

  1. DIOOOS!!
    Que sustoo me he llevado v.v
    ME ENCANTAA ! GARCIAS POR ESTE CAPITULO ! : )
    María Jackson

    ResponderEliminar
  2. VALE! Me alegro de que todo este..almenos..arreglado.

    Me ha encantado, eso no es ninguna novedad..pero nunca me cansare de decirtelo , para continues con esto:)

    Un beso enorme!

    Paola

    ResponderEliminar
  3. Hay...!! Al fin, que bueno que se arreglaron!, pero solo por ahora?

    Sigue Judi, hermosa como siempre!
    Besos
    Oli

    ResponderEliminar