9 de abril de 2010

Capítulo 10.

Estoy aquí.

- Vamos, nena, despierta.
Apenas era consciente, pero, ¿qué? ¿Por qué estaba oyendo la voz de John?
Abrí los ojos como pude, y me lo encontré, tumbado junto a mí. Entonces, los volví a cerrar. No es por nada, pero la imagen con la que me había despertado estaba bastante lejos de la que había hecho dormirme.
- Hola, John -dije, mientras me desperezaba.
- Hola, nena. ¿Cómo estás?
- Bien. Estaría mejor sino me llamaras “nena”...
- Vale, lo siento. No lo volveré a hacer.
- Eso dices siempre -y abrí los ojos del todo. Miré al techo e intenté sacar fuerzas para levantarme. ¿Por qué narices había venido a llamarme tan pronto?
- Oye, quería hablar contigo de lo de ayer... Lo siento mucho, de verdad. Ya sabes que a veces me pierde mi mal carácter, pero es que no quiero perderte.
- No pasa nada, olvídalo...
- No, no lo olvido. Te quiero, ¿vale?
Dijo mientras me cogía la cara, haciendo que le mirara a sus preciosos ojos verdes.
- Ya lo sé, John. Ya sé que me quieres.
- ¿Y tú? ¿Tú me quieres?
- John...
- Oh, vamos. Llevamos cuatro meses juntos y no me lo has dicho ni una sola vez -me reprochó, notablemente cabreado.
- Sabes que no soy así.
- Sí, con quien quieres sí eres así. Seguro que al Michael ese...
- ¡Para! -le corté. Lo último que quería era más escenitas-. ¿Quiere que volvamos a discutir? No creo que hayas venido a eso -dije mientras me ponía de pie.
Se puso frente a mí y me agarró de la cintura, atrayéndome hacia él. Pasó sus dedos por mis labios y me besó.
- He venido para pasar el día contigo, nena.
Y así fue. Me vestí y nos fuimos a comer por ahí. Después, me llevó al cine. Como hacía mucho que no pasábamos tiempo juntos, me quedé a dormir en su casa. A la mañana siguiente yo trabajaba y él me llevaría en coche.
El día en sí, no estuvo mal. Nos divertimos mucho, como hacía siempre que estaba con él.
Solo que, claro, no había color... Había habido más profundidad en la primera tarde que pasé con Michael que en todos los cuatro meses que llevaba con John.
Llegamos a su casa tarde y como no había descansado nada la noche anterior, estaba agotada. Nos tumbamos en la cama y me quedé dormida en unos dos segundos.
A la mañana siguiente me despertó John, dándome besos por el cuello.
- Buenos días, dormilona. Venga, arriba.
Nos vestimos y desayunamos rápidamente.
- ¿Luego nos veremos? -preguntó, cuando estábamos montando en el coche.
- No sé... Ya te llamaré.
Durante el viaje no me había dicho ni una palabra, por lo que supuse que no le había sentado muy bien. La verdad, no me importaba mucho...
- Gracias por traerme -dije cuando ya habíamos llegado. Me acerqué hasta él y le di un beso-. Luego te llamo, ¿vale? Y alegra esa cara.
Iba a bajar del coche, pero me agarró del brazo y tiró de mí hacia atrás.
- Te quiero -dijo mirándome a los ojos.
Asentí. No podía decirle mucho más. Y él lo sabía.
Bajé y entré en la guardería, saludando a todos mis encantadores niños.
Fue una mañana agotadora. Resultó que era el cumpleaños de Dave, uno de los niños, y había traído una bolsa de chucherías para compartir con todos. Total, que estaban todos alborotados. Fue casi imposible decir dos palabras a cualquiera de ellos porque salían corriendo sin la más mínima intención de hacerte caso.
Salí de allí rogando no tener otra mañana como esa en mucho tiempo. Me pedí un taxi enseguida (con la dirección bien anotada por fin), deseando llegar a casa y tirarme en el sofá a hablar de cualquier cosa con las chicas. No tenía nada de hambre, además imaginé que ellas ya habrían comido y estarían haciendo el vago, como era habitual en ellas.
Sin embargo, abrí la puerta y me las encontré a las tres de pie, mirándome fijamente.
- ¿Me han cambiado la cara mientras estaba en el taxi? -pregunté, soltando una risita.
- Ha llamado Michael -dijo Lorena.
Sonreí.
- Eso no es una mala noticia para que me miréis tan serias... Creía que ya lo habíamos hablado.
- Es que... Parecía preocupado.
Eso sí era una mala noticia. Me acerqué hasta ellas, interrogándolas con la mirada.
- No ha dicho mucho... Solo que si podía hablar contigo. Su voz no sonaba muy segura... Quiero decir, no le he oído nunca hablar por persona, o por teléfono, pero... Parecía quebrada. Como si acabara de llorar.
No necesité saber más para darme la vuelta e ir a buscarle.

Bajé corriendo a la calle, y tuve la suerte de que justo en ese momento pasara un taxi. Le indiqué la dirección y me crucé de piernas intranquila, mirando hacia la ventana.
¿Qué le habría pasado?
Cuando por fin llegué no me quedaban más uñas que morderme.
Salí del taxi y... Genial. ¿Y ahora qué? ¿Cómo se supone que iba a entrar? Estaba tan nerviosa y había salido tan rápido de casa, que no me di cuenta de llamar a Michael para avisar de que iba.
Me daba igual, iba a quedarme ahí hasta que alguien abriera la puerta. Lo malo iba a ser qué iba a decir. “Hola, soy amiga de Michael. Déjame pasar”. Seguramente eran más de 100 las chicas que se presentaban cada día diciendo eso mismo.
Durante una media hora estuve dando vueltas en frente esa verja que ya tanto conocía, sin saber muy bien qué hacer. Cuando me planteé regresar a casa y llamar a Michael para luego volver, oí el sonido de un motor. Me giré y, en efecto, un coche se disponía a salir. No, no era un coche cualquiera, era el coche. Era Sam, por lo que no tendría que dar mil explicaciones a nadie, él me conocía. Mientras la puerta se abría, me eché hacia un lado, no sin antes levantar mi mano para que pudiera reconocerme.
Una vez estuvo abierta del todo, el coche avanzó hasta colocarse a mi altura. Sam bajó la ventanilla.
- Señorita Judith, ¿qué hace aquí?
- Esto... Sam, Michael me ha llamado, pero he salido tan rápido de casa que se me ha olvidado avisar de que vendría. Y si entro en la casa nadie creerá que soy amiga de Michael, así que...
En ese momento se abrió la puerta trasera, y, para mi sorpresa, Janet salió del coche.
- ¡Hola! -dijo alegremente.
La sonreí.
- ¿Vienes a ver a mi hermano? Ven, te llevaré hasta su habitación -dijo, cogiéndome de la mano.
- Señorita Janet -intervino Sam-, tenemos que irnos. Sino, vamos a llegar tarde.
- Te prometo que no tardo nada, Sam. De verdad, la llevaré a su habitación y volveré. No tardo nada de nada de nada. Prometido.
Entonces, echó a correr, arrastrándome tras ella.
Subimos las escaleras de la puerta principal, que estaba abierta, tan deprisa como nos fue posible.
- ¡¡Janet!! -dijo una voz que no me resultaba familiar-. ¿Se puede saber dónde vas? Y... ¿Quién es ella?
Nos detuvimos en seco, y observé a una mujer joven, no mucho mayor que Michael supuse, que nos miraba con los brazos cruzados.
- Esta es Judith. Te presento a Latoya, mi hermana -dijo mirándome-. La voy a llevar a la habitación de Michael.
- ¿¡A la habitación de Michael!? -sus ojos se salieron de sus órbitas.
- Sí y no tenemos mucho tiempo. Así que... ¡Adiós!
Y echamos a correr otra vez, subiendo las escaleras de tres en tres. Solo me giré una vez (y casi me caigo de morros) para ver a la tal Latoya, que seguía con los brazos cruzados y mirándonos con cara de pocos amigos.
Atravesamos un largo pasillo, caminando a paso deprisa. No recordaba la habitación donde había estado yo cuando conocí a Michael, pero creí recordar que era en un pasillo diferente. Nos detuvimos frente a una puert, y Janet me soltó de la mano.
- Esta es la habitación de mi hermano. ¡Pásalo bien! -dijo, mientras salía corriendo. Era increíble como hacía todo tan deprisa. Me pregunté si la daba tiempo a pensar las cosas.
Bien, ahí estaba yo. Frente a su habitación. Sin saber si llamar o entrar directamente... Tampoco tenía claro que decirle. Esperé durante unos minutos y al fin me decidí a hacer ambas cosas: llamar y luego entrar. Lo de que decirle... Lo pensaría sobre la marcha.
- Michael -llamé-. Michael, ¿estás dentro? -dije, mientras abría un poco la puerta.
La habitación estaba prácticamente a oscuras, solo entraba un poco de luz por una ventana que estaba ligeramente subida.
Michael estaba sentado en una especie de sillón, al lado de esa ventana. No sabía si no me había oído o si quería ignorar mi presencia... En cualquiera de los dos casos tenía que poner remedio.
- Michael, soy yo. Las chicas me dijeron que habías llamado -dije cerrando la puerta-. ¿Estás bien?
Acto seguido se levantó y caminó hacia mí. Se detuvo a un metro de distancia y pude ver en sus ojos la necesidad de tener a alguien a su lado. Una lágrima corría por su cara, lo que me apuñaló el corazón. Me acerqué un poco más a él y apoyé en su cara mi mano, deteniendo la lágrima.
- Michael... Estoy aquí.
Agarró mi mano y cerró los ojos. Avanzó un paso más y me abrazó con tanta fuerza como le fue posible.

3 comentarios:

  1. dios mio dios mio dios mi =( no digas eso q se me parte el corazon... que no llore.. que no sea nada... q me duele mucho =(

    Eres increible me encanta como escribes ^^

    y me encanta tu novela y la de isita tambien ^^

    sois geniales, gracias por subir 3 capis!! ^^

    un besooooooooooo

    y no tardes en escribir por favor!!! =)

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  2. pobre michael:( que le pasara??

    continuaa..! :(

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  3. Ohh cosita tierna no llorees!!! XDXD

    Pobre Mike que tristeee :( :(

    que le habra pasado?? ya quiero sabeer!!

    Me encanta el fic :)

    Maga

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