15 de abril de 2010

Capítulo 16.

Los cuentos de hadas no existen.

Mi vida volvió a la horrible e insoportable normalidad que había tenido siempre. Sino hubiera conocido a Michael probablemente no me importaría, incluso estaría contenta con mi día a día. Pero después de haber sentido la magia que él desprendía esa vida no era la que yo deseaba.
No había vuelto a tener noticias de John, lo cual era algo totalmente grato. Hacía mucho tiempo que ansiaba paz, que ansiaba libertad. Y, aunque no estaba en mi mejor momento, la tenía.
Durante ese tiempo me dediqué a trabajar y a dormir, dormir mucho. Principalmente para no tener que pensar, aunque ni en sueños me libraba de su reluciente sonrisa y de sus intensos ojos.
En realidad, tampoco me sentía capaz de hacer muchas cosas más. Apenas salí dos días con las chicas a pasear y uno de ellos llovió, por lo que mi angustia y mi tristeza se volvieron aun mayores.
Recordé aquellas dos semanas, justo después de conocer a Michael, en las que viví con impaciencia sin saber nada de él. Ahora era muy diferente. No era impaciencia lo que sentía; era dolor.
Con el paso de los días, ese gran vacío que sentía se iba haciendo un poquito más grande. Comencé entonces a preguntarme millones de cosas. ¿Qué habría pasado si en lugar de haber compartido un mes con él hubiera compartido dos años y después se hubiera ido? Quizá lo mejor era haber acabado con esto antes de que las consecuencias fueran mayores. Al fin y al cabo no tenía ningún sentido que alguien como Michael estuviera interesado en mí, tarde o temprano se hubiera cansado, haciendo lo mismo que hizo aquella tarde: irse.
Después de todo, los cuentos de hadas no existen.

O quizá sí...

No hay comentarios:

Publicar un comentario