5 de abril de 2010

Capítulo 2.

Cuando no puedes creerlo...


Me desperté sobresaltada, lo que provocó un nuevo y fuerte dolor en mi cabeza.
- Ay... -me quejé molesta.
Escuché una risita a unos pocos pasos de la cama donde me encontraba. Una cama enorme, por cierto. Y la habitación... La habitación no era enorme, era lo siguiente a enorme. Tenía unas ventanas realmente grandes, con las persianas medio bajadas, por lo que no había mucha luz, y un par de muebles colocados aquí y allá. La cama se hallaba en medio. También había una tele, y en frente, un sillón, de donde había venido la risa.
- No deberías moverte tanto, o acabarás por hacerte daño de verdad -volví a oír esa voz dulce y tranquila.- El médico ha dicho que deberías guardar reposo -continuó diciendo mientras se dirigía hacia mí.
En un soberano esfuerzo me incorporé.
- ¿Quién...? -las palabras se quedaron en mi garganta. Porque fue entonces cuando realmente le vi.
Michael Jackson, avanzando hacia mí.
Nunca había sido una fan loca que gritaba como si su vida dependiera de ello cada vez que le veía, pero, ¿a quién no le podía gustar? Tenía talento, y era joven. Sus canciones eran pegadizas, y su preciosa voz se acoplaba al sentido de cada una de ellas a la perfección. Además, era realmente guapo.
Por eso era entendible que se me abriera la boca hasta el suelo cuando le ví caminar hacia mí, con esa sonrisa tan estupenda.
Y por eso también, por el hecho de tener al encantador Michael Jackson delante de mí, era lo más normal pensar que estaba volviendo a tener alucinaciones.
Me recosté en la cama, y cerré los ojos.
- Por favor, por favor, por favor... -comencé a suplicar.
- ¿Qué estás pidiendo? -preguntó. Su voz sonó preocupada.
- Pido no volver a creer que Michael Jackson está delante de mí, y, la verdad, si hablas no ayudas mucho.
Entonces rompió a reír. Abrí los ojos y le ví apoyado contra el armario que había, doblándose de la risa. Me incorporé, y le miré con incredulidad. ¿Una alucinación se estaba riendo de mí?
- Oye, no tiene nada de gracia -contesté molesta-. Te estoy diciendo que veo cosas que no son, ¿y tú te ríes?
Entonces recuperó la postura, y volvió a sonreír nuevamente, lo que provocó que me quedara en un estado como de trance... Sí, tenía que ser una alucinación. ¿De qué otro modo podría tener alguien esa sonrisa?
- No estás alucinando, soy Michael Jackson -dijo mientras se sentaba en la cama, a poca distancia de mí-. Ayer mi hermano Jermaine te dio un golpe con el coche, y tú caíste al suelo. Fue sin querer, claro -dijo aclarándose la voz. ¿Alguien más le había escuchado hablar? ¿Y por qué no se desmayaban cada vez que lo hacía?-. Como estaba diluviando, decidimos no conducir hasta el hospital, y Jermaine llamó a un médico, mientras yo te traje a casa.
- Ya, ¿y por qué no recuerdo nada de eso? -Si Michael Jackson me hubiera tenido en sus brazos, definitivamente me acordaría.
- Perdiste la consciencia, después de decirme que estabas alucinando -echó a reír nuevamente.
- ¿Cómo se que no lo estoy haciendo?
- ¿Y en qué te basas para creer que lo haces? -contestó intrigado, sonriendo de nuevo.
- Ya te lo he dicho antes. En que tengo delante a Michael Jackson.
En ese momento su cara cambió, completamente. Dejó de sonreír y se puso tenso.
- Te he dicho que estoy aquí. Soy una persona. Como todos. ¿Tan difícil es creerlo? No creo que alucines cada vez que veas a alguien por la calle -contestó molesto, mientras se levantaba de la cama y se dirigía a la puerta.
Perfecto, la había pifiado con Michael Jackson.
- ¡Espera! -grité mientras, como podía, me levantaba de la cama-. Lo siento, tú me ofreces tu simpatía, y tu casa, y yo te ofendo -dije amigablemente mientras me dirigía hacia él-. Me llamo Judith, y soy española. Un placer conocerte, Michael Jack... Michael -sonreí, mientras le tendía la mano.
Su expresión cambió, y me apretó la mano delicadamente.
- Encantado, me llamo Michael. Pero puedes llamarme Mike -y esbozó una de esas sonrisas que te dejan sin aliento. Ciertamente, las fotos, los vídeos, y todas esas cosas que había visto de él, no le hacían justicia. Nada comparado con tenerlo delante-. Creo que deberías volver a tumbarte -su voz adquirió nuevamente ese tono de preocupación. Realmente lo parecía.
Me acompañó hasta la cama, y se sentó cerca de mí. Iba a comenzar a decirle algo, pero en ese momento dos hombres trajeados, y con un maletín cada uno, entraron en la habitación.
- Buenos días, señor Jackson. Buenos días, señorita -dijo el más alto de los dos-. ¿Cómo se encuentra?
- Eh... Bien, gracias -contesté, intimidada por la presencia de dos tipos de ese tamaño.
- Nos alegramos por usted -dijo el otro, más bajito, pero igual de imponente. Intentó sonreír, pero se quedó en eso, en el intento. Supuse que la simpatía no era su mejor rasgo-. Verá, queríamos hablarle acerca del incidente que sucedió anoche -se aclaró la voz, mientras abría su maletín-. Nos gustaría que se quedara en el olvido. A cambio de que no ponga ninguna denuncia, le entregaremos un cheque, valorado en...
- ¿Denuncia? -miré a Michael sin entender nada. ¿Por qué iba a poner una denuncia¿ Todo ocurrió sin querer. Además, ellos me habían ofrecido su casa para recuperarme. Realmente no entendía nada, y Michael lo notó en seguida.
- Chicos -intervino-, la señorita está cansada, quizá deberíais...
- Señor Jackson, no quiero ofenderlo, pero creo que esto no es asunto suyo. Se trata de Jermaine, y de que podría manchar su imagen pública, con un incidente del que...
En ese momento desconecté. La verdad, no me interesaba para nada lo que pudieran decir. Michael me miró, y a continuación se levantó de la cama y se desplazó hacia el lugar donde se encontraban los dos abogados, o lo que fueran.
No tenía intención alguna de poner una denuncia. ¿Por qué iba a hacerlo? ¿De verdad pensaban que todo el mundo se movía por dinero? Desde luego, yo no era así.
Me levanté de la cama de un brinco, ya que quería hablar cara a cara con esos dos gigantones, y demostrar que no me sentía intimidada, ni nada por el estilo. Pero mi valentía se quedó en un intento, pues nada más bajarme de la cama noté un gran mareo, y estaba convencida de que iba a caer redonda al suelo. Por suerte, en menos de dos segundos tenía a Michael a mi lado, sujetándome por la cintura. Levanté la cabeza y me encontré con sus dos ojos negros a escasos centímetros de los míos, como había ocurrido la noche anterior.
- ¿Denuncia? –sonreí-. Michael Jackson me está agarrando por la cintura. ¿Creen que de verdad voy a poner una denuncia?
Miré a Michael, que estaba sonrojado, muy sonrojado. Había retirado su mirada de la mía; por vergüenza, supuse. Temí que se hubiera molestado por haberlo llamado Michael Jackson de nuevo, pero, aún con la mirada baja, sonrió. Y yo no pude hacer otra cosa que eso, sonreír.

4 comentarios:

  1. Genial. Increíble.
    No hay palabras.
    No veas lo que me he podido reír :D
    xDDDDDDD.

    Tienes que seguirla, lo sabes.
    Y me da igual lo que digas, la tuya es 1000000000 veces mejor que la mía, en serio.

    (LLLLLLLL)

    ResponderEliminar
  2. Si... dios mío... ¡Yo tambien creería que alucino!... mira que tenerle cerca no sería tan fácil.... waah! me gusto mucho.. ♥

    ResponderEliminar
  3. increiblee! eres muy buena escribiendo!(: en verdad

    ResponderEliminar
  4. sonreir... sonreir... sonrisaaaaa!!! ♥♥♥
    ¡Me encantaaaa!

    Te felicito! ¡Me encanta! la historia esta genial

    ResponderEliminar