15 de julio de 2011

Capítulo 55.

... Y entonces me miró.

Cuando taché en el calendario el 15 de noviembre de 1979, no pude evitar pensar cómo había cambiado mi vida en dos meses. Estábamos ya a mediados de mes, con el invierno acechando cada vez con más fuerza y todo patas arriba teniendo en cuenta cómo estaba hacía no mucho tiempo.
Para empezar, la guardería se había acabado. Por unas razones u otras los padres habían decidido no mantener allí a sus hijos y el número de éstos descendió de tal modo que la dueña se vio obligada a cerrarla. Y yo me hundí, no tanto por la pérdida de trabajo, más bien por perder a todos mis niños de repente. Justo lo que menos necesitaba en esos momentos, perder a más gente a la que apreciaba.
La parte buena de todo eso es que hacía casi un mes que tenía trabajo de nuevo. Y no era un trabajo cualquiera. Estaba de camarera en uno de los restaurantes más de moda de todo Los Ángeles, y cada noche podía deleitarme con la presencia de alguna que otra estrella del momento. ¿Cómo había acabado allí? Los más creyentes lo llamarían milagro, yo prefería llamarlo suerte. Aunque tampoco descartaba la primera opción ya que sin haber ejercido de camarera en mi vida, ahora cobraba casi el mismo sueldo que un compañero mío que llevaba 20 años en la profesión. Resultó que la hermana de una de mis compañeras de guardería era la novia del hijo del dueño del restaurante, y que necesitaban personal. Dicho así sonaba a milagro, a quién quiero engañar. Cuando me contrataron no conocía ni a la hermana, ni al novio, ni al dueño. Ahora me codeaba con grandes estrellas. Amén.
Aquella noche estaba más cansada de lo habitual. Había habido mucho jaleo, más teniendo en cuenta que estábamos a jueves. Un par de actores con sus respectivas mujeres y varios millonarios con sus respectivas amantes. Así era la vida de la gente rica, supongo.
Me metí en la cama y me arropé hasta arriba, cerrando los ojos con fuerza y contrayendo mi cuerpo para ver si así lograba entrar en calor. Quise dormirme de inmediato, pero como siempre los mismos pensamientos sacudían mi cabeza y pedían paso. Y yo los dejé entrar, perdiéndome en ellos y tarareando una vieja canción cuya letra no dejaba sabía ya de memoria: “I’ll be there…”

Descansé medianamente bien, y me levanté siendo consciente de que ese iba a ser un día aún más duro. En no sé qué local de no sé qué parte de Los Ángeles celebraban no sé qué fiesta, y muchos de los asistentes pasarían después a cenar al restaurante. Es decir, que esa noche tocaba estar descansada, radiante y simpatiquísima con todos los clientes, ya que la mayoría era gente importante y reconocida mundialmente. No convenía crear en ellos una mala imagen.
Cuando me contaron cómo iba a ser la cosa, un nombre voló por mi cabeza inmediatamente, pero saqué una escopeta y acabé con él. Había jurado hacerlo cada vez que eso pasara, y sólo me permitía recordarle por las noches, acostada en la cama, donde mi locura ya no pudiera obligarme a llamarle desesperadamente por teléfono. A veces la tentación era demasiado grande, pero hasta entonces había lidiado bien con ella. Normalmente, el recuerdo nunca me molestaba demasiado durante el día, salvo en contadas ocasiones; y era algo que agradecía profundamente. Había aprendido a vivir con ello; o más bien, había aprendido a vivir sin él. A veces.
Eran las 12 de la mañana cuando decidí que era hora de levantarse y me arrastré hasta el salón. Solté una carcajada cuando contemplé el lamentable espectáculo que se hallaba ante mí.
- Somos penosas –dije mientras observaba a mis tres amigas tumbadas en los sofás, cada una en una postura.
- Habla por ti, yo estoy en mi período de descanso y me siento muy orgullosa –sonrió Marina mientras me tumbaba al lado de ella.
- Tú siempre estás en esos períodos. Eres una marmota.
- ¿Y tú? ¿No estás nerviosa? –preguntó Lorena, y todas las miradas se dirigieron a mí.
- ¿Nerviosa por qué? ¿Por tener que servir la cena a todas las estrellas del momento? No, que va. Si algo sale mal no volveré a salir de casa en mi vida y ya está –reí.
- ¿Y preocupada? –esta vez fue Nana la que realizó la pregunta. Ella me conocía bien.
Todas me miraron de nuevo, pero yo dirigí mis ojos al suelo. Sí. Lo estaba. No había vuelto a verle desde hacía dos meses, ni tenía ningún tipo de noticias suyas.
- Un poco, la verdad. Pero nadie me asegura que vaya a estar allí, y aun así tengo que aprender a vivir con ello.
- Exacto –sonrió Marina.
- Por cierto, si va Bowie, por favor, dile que si quiere casarse conmigo –suplicó Nana.
- Ponte a la cola –la saqué la lengua. Me tiró el cojín y rebotó en Marina.
- ¡Oye! No me metáis en vuestras peleas por los matrimonios –dijo ésta, simulando enfadarse.
- No te preocupes Nana, sabes que quiero que mis hijos sean morenos. Bowie es demasiado rubio –sonreí.
- Siempre puedes decirle que se tiña el pelo de moreno –comentó Lorena. Todas las miramos y reímos a carcajada limpia.
- Claro, porque teñirse implica también un cambio en la genética, ¿no Lorena?
- ¡Pero que lista es mi niña!
- Dejadme en paz. Hoy no hago yo la comida, por listas –se levantó y se fue mientras todas reíamos. Hizo falta una sola mirada entre las tres para levantarnos corriendo e ir tras ella. Nana se tiró encima mientras Marina y yo la freímos a cosquillas. En poco más de media hora había comenzado a hacer unos estupendos macarrones.
Y así pasé el resto de mi día libre, entre risas con tres de las personas que más quería en este mundo. No tenían comparación con nada.
Entraba a las seis y media en el restaurante, por lo que a las cinco salí de casa. Prefería llegar con tiempo que ser impuntual, al fin y al cabo tenía que estar tremendamente agradecida por lo que me habían ofrecido. Ese trabajo no tenía precio.
Así que llegué antes de la hora y al final fueron ellos los que se mostraron agradecidos conmigo. Lo cierto es que desde un primer momento me acogieron muy bien, y a pesar de mi inexperiencia y mi juventud me habían tratado como a una más, y me habían ayudado en todo lo necesario. Desde luego, no podía quejarme de mi suerte. Desde que había llegado allí no me había encontrado más que con gente amable y simpática dispuesta a ofrecer su ayuda siempre. Un lujo.
Me cambié nada más llegar y me puse a disposición de los clientes.
Según las informaciones que teníamos, la fiesta acababa sobre las nueve y media, quizá antes, por lo que la gente comenzaría a aparecer hacia las diez. Las casi cuatro horas que estuve esperando se me hicieron eternas. No había mucho trabajo, así que la mayoría las pasé de conversación con Nico y Angie, dos de los compañeros con los que mejor había congeniado. Angie tenía un par de años más que yo, y había nacido en Nueva York, pero decidió trasladarse aquí porque quería probar suerte en el mundo del cine. Hasta ahora, según me había contado, había tenido más bien poca. Pero no perdía la esperanza. Nico era cubano de padres españoles, pero llevaba casi toda su vida en Los Ángeles. Tenía unos 10 años más que yo y había pocos hombres en este mundo más atractivos que él. Compartía casa con su novia desde hacía 4 años, así que, como Angie decidía, estaba fuera del mercado.
Cuando el reloj de la pared dio las nueve y media un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a abajo.  Estaba justificadamente nerviosa. ¿Y si aparecía? ¿Cómo tenía que comportarme con él? Comencé a suspirar y a beber agua sin parar, hasta que Nico me escondió la botella y bromeó tres o cuatro veces sobre que a pesar de la multitud de famosos que vinieran nadie sería más guapo que él.
Evidentemente, ni él, ni Angie, ni nadie de ese lugar, sabían que yo había estado varios meses con uno de esos famosos que podían aparecer por aquí. Así que para ellos, mis nervios eran injustificados.
Me metí en la cocina y decidí que no iba a salir de allí hasta que no fuera completamente necesario. De esa forma me evitaría sustos.
A los quince minutos vinieron a por mí. El restaurante ya estaba casi lleno, por lo que no tuve más remedio que salir. Y no quería hacerlo, pero lo hice: mi vista recorrió cada rincón del lugar en busca de alguien a quien ya no estaba segura de si quería ver o no. Cuando terminé de revisar todo pude responder a esa pregunta: sí, quería verle. Y no estaba allí. Me dije a mí misma que era mejor así, que el verle sólo empeoraría las cosas. Además, había puesto punto y final.
Me puse manos a la obra y comencé a atender a todo aquel que lo requería, siempre tratando de mantener la compostura a pesar de tener delante a mi querido Bowie, entre otros. Actores, cantantes, directores de cine y otras personas que no conocía de nada y que según me explicaron más tarde eran importantes empresarios. Todos ellos vestidos con sus mejores galas. Cómo no.
- Judith –exclamó Tom, uno de los camareros jefes-, acaba de entrar un grupo de personas, acompáñales a la mesa quince, por favor. Son seis. Están en la puerta de entrada.
Dirigí mi mirada a la puerta y me detuve en seco. No. No. No. No.
Pero sí. Allí estaba él. Tan escandalosamente guapo como siempre. Acompañado por sus padres… Y por Natalie y los suyos. Cerré los ojos y sentí cómo se me caía el mundo a los pies. ¿Y yo tendría que ser la que les acompañara? Me hicieron falta 5 segundos para darme cuenta de que era incapaz de hacer tal cosa, así que busqué a Angie desesperadamente y me moví deprisa hasta ella.
- Angie, ¿sabes quién ha venido?
- Calla, no doy abasto. No sé quién es el hombre más guapo que hay en este lugar. ¡Están todos tremendos! -Exclamó mientras seguía caminando y se dirigía a una mesa con un par de platos-. Que aproveche, ahora les traigo lo demás –sonrió. Se dio la vuelta y yo continué siguiéndola.
- Yo sí sé quién es el más guapo de los aquí presentes –traté de sonreír-. Michael Jackson –se paró de inmediato y yo me detuve con ella-. Acaba de entrar por la puerta. Tom me ha pedido que le acompañe a la mesa quince, pero con lo patosa que soy y lo nerviosa que puede llegar a ponerme, creo que prefiero no hacerlo. ¿Por qué no te encargas tú? Está en la puerta de entrada.
- ¿¡Yo!? ¿¡En serio!? –Me dio un beso enorme y echó casi a correr hacia la puerta-. ¡Gracias!
Suspiré inmensamente y me dirigí hacia una mesa que acababa de reclamar la atención de un camarero. Tenía que mantenerme distraída, pero sobre todo concentrada. Si quería pasar desapercibida, era fundamental que procurara no tirar nada al suelo. Y si tenía la cabeza en otra parte –en la mesa quince, concretamente-, es lo que iba a pasar. Anoté lo que me pidieron y me dirigí a la cocina tan rápido como pude, tratando de recuperar la calma.
- ¿Cómo va la cosa? –preguntó Steven, nuestro chef, un hombre inglés, cuarentón y muy bonachón.
- Está bastante lleno, pero algo me dice que aún no ha venido todo el mundo. Va a ser una noche larga –sonreí, extendiéndole el nuevo pedido.
- Ven en cinco minutos a por ello, Judi.
- Aquí estaré.
Salí de la cocina. Y lo vi de frente, pero alejado. Ligeramente recostado en el asiento. Sonriendo. Charlando. Animado. Precioso. Como salido de un cuento. Llevaba un traje azul oscuro y una camisa blanca que resaltaba su piel. Impresionante. Como siempre.
Y entonces, como si algo se lo hubiera dicho, miro hacia donde yo estaba. Y me vio. Se incorporó en el asiento, manteniendo sus ojos fijos en mí. Fui incapaz de saludarle. Retiré mi mirada y caminé hacia el cuarto de baño destinado al personal.
Con el corazón a cuatro mil por hora.

10 comentarios:

  1. Me ha encantado pero...

    Necesito más jaja

    ResponderEliminar
  2. ME FASCINA !, Judi, eres genial ! me encanta!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    quiero mas, soy una lectora insaciable C:
    Se han visto ! oh por dios !
    continua !
    besos!

    ResponderEliminar
  3. SOY NUEVA LECTORA Y ADICTA A ESTA HISTORIA...

    Es increíble todos los sentimientos que esta nove a causado en mi....

    tengo escalofríos al terminar de leer todos los capitulo....

    Me encanta, sencillamente increíble.

    Eres maravillosa escribiendo ....

    Wuaoo !!! me he quedado sin palabras, he llorado, reído de TODOO al leer esta nove

    POR FAVOR SIGUELAAAA

    Me emocione al saber que se vieron de nuevo...

    Aqui te dejo mi historia (:

    www.hasta-que-te-conoci.blogspot.com

    ResponderEliminar
  4. "Cuando me contaron cómo iba a ser la cosa, un nombre voló por mi cabeza inmediatamente, pero saqué una escopeta y acabé con él", jajaja esta parte si que me ha hecho reír, ay Judith tu novela nos hace pasar por todos los estados de ánimo, que maravilla!, ahora mismo estoy con una expectativa tremenda de qué pasará cuando ella salga del baño, será que MJ la aborda? quiero saber lo que ocurrirá yaaaaa!!!

    Besitos y gracias!

    Anita

    ResponderEliminar
  5. Judith! Como se echaba de menos todo esto, que bien has vuelto al fin :D
    Sigue muy pronto, me encanta.
    Un beso enorme cariño.
    Paola♥

    ResponderEliminar
  6. Vaya vaya vaya! No puedes dejarlo ahi! Estuve a nada del paro cardiaco!

    La vio! Dios mio! Tiene que hablarle! No puede dejar pasar sta oportunidad! Solo espero que Judith no se empecine en huir de nuevo.

    Si no coninuas pronto creo que morire!
    Saludos! Y muchos besos!

    ResponderEliminar
  7. estos capítulos están buenísimos! Estoy ansionsa por saber qué pasará.

    Sigue mujer!!

    Saludos

    Vicky

    ResponderEliminar
  8. Yo.. estoy... a punto.. de morir O___O !

    OMG! Judiii, no puedes dejarla así! Matarás a más de una de un paro cardíaco D:
    Lo vio... La vio.. SE VIERON! *o*

    Tienes que continuarla YA! asdasd please, please, please! No quiero presionarte, pero tu tienes la culpa.. por escribir tan genial!

    Esperaré ansiosa C:

    Un besito (LLLL)

    Tati.

    ResponderEliminar
  9. Por dios por dios por dios tienes que continuar que me estoy muriendo con tu novela de verdad lo necesito tanto como el aire para respirar por dios por dios!!!

    Vaya novelón no dejes de escribirla nunca por favor!Es que estoy supercontenta aunque natalie sobraba!!

    Pero estoy contenta igual!! ^^

    Haz un reencuentro bonito por favor!!!


    Te quiero mil mundos judith!!

    ResponderEliminar
  10. ¡Pero no lo dejes así!
    ¿Es que quieres matarme?-Pues lo estás consiguiendo.
    Siguela pronto.

    ResponderEliminar