14 de julio de 2011

Capítulo 54.

Tiempo y olvido.

Sabes que tiene que acabar. Sabes que no está bien y tienes que poner punto y final. Sabes que es lo correcto. Sabes qué es lo que tienes que hacer: alejarte y volver a empezar. Olvidar y seguir adelante. Y sin embargo, aunque sabes que tienes que hacerlo, duele tanto que parece que algo dentro de ti te dice que te estás equivocando.
Esa sensación tan dispar se había apoderado de mí durante los últimos diez días. Sabía que era mejor así, le daba 500 vueltas y siempre llegaba a la misma conclusión: al principio dolería pero con el tiempo todos comprenderíamos que era lo mejor. Que esa decisión era la acertada. Pero por otro lado…
Las chicas habían conseguido animarme un poco; como siempre había ocurrido. Cada día salíamos a dar un paseo y al cabo de diez días el mundo no me parecía un lugar tan horrible, aunque todos notaban que mi vitalidad y mi alegría habían disminuido considerablemente. Me repetí tantas veces que era sólo cuestión de tiempo que al final me llegué a creer que lo único que necesitaba para olvidarme de Michael era tiempo. Y precisamente con el tiempo me daría cuenta de que pensar eso sí fue una gran equivocación…

Esa mañana no tenía que trabajar y decidí que había llegado el momento de dejar de compadecerme de mí misma, cargar las pilas y continuar con mi vida; dejando que el paso de los días hiciera el resto.
Tras tomarme mi característico y escueto desayuno, me puse ropa vieja y cogí el trapo y el cepillo siendo consciente de que no lo iba a soltar en todo lo que quedaba de mañana. Así me mantendría distraída y además daría una sorpresa a las chicas dejando la casa reluciente.
Mi primer objetivo fue la cocina y me lo tomé casi como un reto personal: hasta que no dejara todo impoluto no me movería de allí.
A la hora y media pude, por fin, cruzar el umbral para dirigirme al salón.
Y maldije la hora en que decidí convertirme en la señora de la limpieza.
Obedeciendo a las señales que, estaba segura, me mandaba el sofá, caí rendida sobre él, lanzando el trapo lo más lejos posible. Estaba agotada. Y lo peor es que sabía que era más agotamiento psicológico que físico. Y de eso tardaría más en recuperarme.
Y de repente, como me ocurren a mí las cosas, se me encendió la bombilla. Me levanté de un brinco y me fui a la habitación a cambiarme de ropa. Saldría a dar un paseo. Porque sí. Porque me apetecía que el sol me iluminara y porque me apetecía ver gente, ver mundo. Y porque si seguía tumbada en el sofá mucho más tiempo terminaría sintiéndome inútil y vaga. Y yo no era así.
Así que me puse ropa cómoda y caminé decidida hasta la puerta, sin ni siquiera coger llaves. Quería salir de allí. Escapar.
Pero cuando abrí la puerta lo que me esperaba era algo completamente distinto. De sopetón. Sin previo aviso. Y recordé todo lo que quería haber olvidado. Corazones acelerados. Ojos negros. Michael.
- ¿Qué haces aquí? –pregunté con un hilillo de voz. No estaba segura de que me hubiera oído, pero no iba a repetir la pregunta. Bastante había hecho con no caerme al suelo…
Esperé su respuesta pero no llegó. Bajó la cabeza, se dio la vuelta y comenzó a andar escaleras abajo.
Y yo, por el inmenso poder que seguía ejerciendo sobre mí, ordené a mis piernas que se movieran y salí tras él.
- ¡Michael! –grité-. Michael, espera, por favor –comencé a bajar más deprisa las escaleras preguntándome a qué velocidad las había bajado él para que ni siquiera le viera.
Al llegar al primer piso me choqué con él de frente. Estaba parado y con los brazos cruzados. Se le veía incómodo, como angustiado. Y no soportaba verle así.
- ¿Qué hacías frente a la puerta de mi casa? –pregunté, de nuevo con la voz temblorosa y soportando la mirada triste que se fijaba en mí. No sabía cuánto tiempo más podría verle así.
- No lo sé muy bien… -contestó finalmente.
- ¿No pensabas llamar?
- No.
Su respuesta fue tan seca y rotunda que un escalofrío recorrió mi cuerpo. Era increíble el caudal de sensaciones que era capaz de hacerme experimentar y la enorme sensibilidad que tenía cuando se trataba de él.
- ¿Entonces…?
- Ya te he dicho que no lo sé. Supongo que he estado esperando a que ocurriera lo que ha ocurrido hoy. Que salieras. Simplemente eso.
- Un momento… ¿No es el primer día que vienes? –sollocé.
- No.
Aparté mi mirada de él y la dirigí hacia la pared, hacia el suelo, hacia el techo; hacia cualquier parte y hacia ninguna. Hacia donde fuera con tal de dejar de mirarle a él, y la tristeza que era evidente que desprendía.
- Lo siento –dijo de pronto, logrando que volviera a mirarle.
- ¿Lo sientes por qué?
- Por venir. No quería molestarte. Ni siquiera tengo nada que decirte, yo… Siento haberte molestado, de verdad.
Y no pude soportarlo más. Me acerqué a él salvando la distancia entre nosotros y sostuve su cara con ambas manos, acariciando ese precioso rostro. Cerré los ojos y apoyé mi frente en sus labios, como esperando que éstos reaccionaran. Siendo sincera, no había una cosa que más deseara.
Rodeó mi cintura con sus manos, acercándose aún más a mí. Podría haberme quedado allí, en ese momento, toda la eternidad. Y sin embargo sabía que tarde o temprano tendría que acabar.
De pronto se separó de mí y me obligó a mirarme, esta vez aferrando mi cara.
- Vamos a olvidarnos de los últimos días, por favor –el tono casi suplicante con el que dijo aquello me hizo estremecerme de nuevo. ¿Cómo alguien como él podía estar pidiendo eso de aquella forma?-. Siento todo lo que ha pasado, pequeña. Siento haberme comportado así aquel día. Perdóname, por favor.
- Michael, escucha…
- Escúchame tú a mí –me cortó, recobrando seguridad en su voz. Me acarició el pelo y me clavó su mirada. Como hacía siempre-. Te quiero, y eso debería ser suficiente.
Suspiré y me alejé de él, poniendo de nuevo esa dolorosa distancia entre nosotros. Me contempló vacilante y volvió a acercarse.
- No es suficiente –logré decir-. A veces no es suficiente sólo con querer, Michael.
- No empieces otra vez con lo de los mundos distintos, por favor. Porque te juro que soy capaz de construir un mundo solo a nuestra medida, sólo para nosotros. También soy capaz de llevarte a 10.000 kilómetros de aquí, donde no nos conozca nadie, si con eso consigo mantenerte a mi lado. Soy capaz de cualquier cosa.
- No puedes hacer eso…
- ¿Por qué? Dame una sola razón –iba a darle 300, pero continuó hablando-. Nada se compara a ti. Repito, nada. No me importa tener que dejar atrás toda mi vida para estar contigo, Judith. No me importa en absoluto, y lo haré si es necesario.
- Jamás te pediría eso.
- No necesito que lo hagas. También soy capaz de raptarte y llevarte conmigo –volvió a rodearme con sus brazos y sentí que mi fuerza de voluntad iba disminuyendo poco a poco.
- No me digas eso, por favor…
- ¿Por qué?
- Porque lo haces más difícil.
- ¿Más difícil el qué?
- El olvidarme de ti.
Esta vez fui yo la que le tiró 50 cubos de agua fría. Pude sentirlo en su rostro y en la firmeza que perdieron las manos que me rodeaban. Su actitud se tornó nerviosa y sentí que había llegado el momento de acabar con esa conversación. Me separé de él como pude y traté de ser breve.
 - Tengo que irme –agaché la cabeza y sacando fuerzas de donde no las había me incliné para darle un suave beso en la mejilla-. Cuídate, Mike.
Comencé a bajar las escaleras rápidamente mientras trataba de contener las lágrimas. Cuando estaba a punto de salir del portal, Michael me detuvo. Realmente esperaba que hiciera eso.
- No te vayas, por favor… No vuelvas a hacerlo. No quiero que te olvides de mí, ni de lo nuestro. Quiero que estemos juntos y que seamos felices. Quiero una vida a tu lado, y me da igual que clase de vida. Sólo quiero estar contigo.
- Es mejor así… Tarde o temprano acabarás olvidándote tú también de esto.
- ¡Pero no quiero olvidarme! ¿Por qué tengo que olvidarme de los meses más felices de mi vida? ¿Por qué tengo que olvidarme de la persona que me ha hecho así de feliz? Por favor, Judith.
- Michael… Te lo pido yo también por favor. Olvídate de esto y olvídate de mí –sonó duro, muy duro. Quizá demasiado. Parecía como si a mí no me importara nada todo aquello, y desde luego no era así. Empecé a sentirme como un monstruo sin sentimientos, manteniéndome firme a pesar de las suplicas de la persona que quería. No quería hacerlo, pero al final lo hice: las lágrimas empezaron a caer. Era una llorica insoportable.
- ¿Qué quieres que haga? ¿Quieres que nos vayamos lejos? ¿Quieres que te baje la luna? ¿El sol? ¿Quieres que te lo pida de rodillas? –hizo un gesto que me hizo darme cuenta de que estaba dispuesto a hacer esto último. Le sujeté por los hombros y le di un empujón.
- No vuelvas a hacer eso nunca. Nadie merece que se lo hagas, nadie vale tanto como tú. No te olvides de eso, por favor… No quiero que hagas nada, sólo que te cuides y que no dejes que nadie te haga daño. Y que algún día puedas perdonarme por todo esto –fue a hablar pero le detuve como era habitual entre nosotros: colocando mi dedo índice en sus labios-. Jamás haría esto si no fuera porque lo considero necesario. Sólo hay una cosa más importante por encima de lo mucho que te quiero: tu bienestar; he perdido la cuenta de las veces que te lo he dicho. Para mí eso es lo más importante. Y sé que por muy bien que estemos ahora, de aquí a un tiempo no será así. No soy lo que tú necesitas, y a nadie le duele más que a mí darse cuenta de eso. Pero es hora de abrir los ojos y ser realistas. Esto ha sido precioso y eres lo más bonito que jamás pasará por mi vida, pero… Se acabó –no sabía cómo había sido capaz de decir todo aquello mientras él me miraba de esa forma. Podía sentir su dolor y estaba segura de que él también el mío. Aun así no dejaba de pensar que estaba haciendo lo correcto-. Cuídate mucho, y no olvides lo que vales –retiré mi dedo de sus labios y le besé. Durante apenas 5 segundos, los suficientes para saber que a ambos nos había sabido a despedida-. Brillas, Michael.
Me di la vuelta y abrí la puerta del portal.
- ¿De qué me sirve hacerlo si no te tengo a mi lado? –pronunció estas palabras lentamente, como si pesaran, como si fuera un peso enorme que llevar encima. Y yo sabía que eran las últimas que escucharía de él.
- Haz feliz a la gente –dije con una media sonrisa. Lo extraño es que no fue forzada, pues sabía que lo que acababa de decir era verdad. Michael podría hacer felices a muchas personas, porque tenía ese don. A mí ya me había aportado mucho, ahora tocaba prestárselo al mundo.
Toda mi vida agradecería esos meses junto a él.
Ahora era el momento para que el resto de personas también pudieran disfrutar de él.
De la estrella que más brillaba en este universo.

5 comentarios:

  1. tienen que estar juntos por favor no hagas esto no lo dejas así.

    ResponderEliminar
  2. T_________T me matas con estos capis...
    esq...esq noo! Judi no! tienen q estar juntos :(
    Michael fue tan tierno y...y.. T____T
    necesito capi .___.
    saludos♥

    ResponderEliminar
  3. Estoy al borde del llanto!!! Por favor Judith esto no puede seguir así, yo no se cómo hizo para resistirse a la dulzura de ese hombre tan belloooo, Michael puede alegrar al mundo sin que ella se aleje de el, además como el mismo dijo; de qué le sirve toda esa gloria si no la tiene a ella? el necesita a su amada para ser feliz y eso es lo mas importante.

    Que bueno que ya me puse al día con todos los episodios, muchas gracias Judith y anhelo que sigas subiendo capis muy seguido y si es en combo mucho mejor jajaja!

    Anita

    ResponderEliminar
  4. Precioso,hermoso...Me has dejado sin palabras.
    Un capítulo maravilloso(como todos).
    Me muero por saber que es lo siguiente que pasará.

    ResponderEliminar
  5. Antes que nada, quisiera disculparme por no haber comentado ultimamente, yna disculpa enorme.

    Y, en cuanto al capitulo... NO puedes hacer esto! Las cosas entre ellos no pueden terminar asi! Judith tiene que darse cuenta de que no podra vivir sin el, y Michael debe ir tras ella, pase lo que pase!

    Oh, me exalte!

    Ire ahora mismo a leer el siguiente!

    ResponderEliminar