29 de marzo de 2012

Capítulo 70.

Muy familiar

- ¡Hola! –respondió jovial mi hermana. Imaginé que se había lanzado a darle dos besos. Así que también imaginé que Michael estaría sonriendo por aquel gesto tan cariñoso.
Me levanté y caminé hacia la puerta, adelantando a mis padres, que también iban hacia allí. Me acerqué a él y le di un suave beso en la mejilla. Me sonrió y supe que nada podía salir mal.
Así que con más confianza de la que imaginaba me giré colocándome frente a mis padres, que mostraban una expresión entre fascinación y alegría.
- Michael –le miré-, te presento a mis padres, Fernando y Nieves, y a mi hermana, Alba –dije en un perfecto inglés-. Mmm… -miré a mis padres y señalé a Michael-. Os presento a Michael, mi novio –dije en un perfecto español.
Mi padre avanzó dos pasos hasta él y le tendió la mano. Mike la estrechó con agrado.
- Es un placer conocerle por fin –dijo en un torpe español. Me reí ante aquello y mi padre levantó las cejas; de sorpresa, supuse.
- Igualmente –sonrió-. Mi hija te ha enseñado español, por lo que veo.
- No, papá. Bueno, lo he intentado, pero sólo logré que aprendiera palabras sueltas –suspiré y le miré negando con la cabeza por su poco interés por aprender mi lengua materna. Palabras como “farola” o “croqueta” se las sabía de memoria, sí. Pero solamente porque las consideraba “graciosas”. Era un caso perdido-. Esto ha sido de su cosecha propia.
- Oh… –mi padre volvió a mirarle y sonrió- Que amable.
Se separaron y Michael caminó ligeramente hasta mi madre.
- Encantado de conocerla, es usted muy hermosa.
- Igualmente, cielo –sonrió y después me miró a mí-. Judith, dile que no me trate de usted o empezará cayéndome mal desde el principio –me taladró con la mirada. Sin duda eso era algo que había aprendido a hacer de ella.
- Tranquila, no creo que vuelva a dirigirse a ti en español. Probablemente sea la única frase con sentido que sepa –sonreí y volví a mirarle.
- No te he entendido, pero por la cara de maldad que has puesto seguro que has dicho algo malo de mí –enarcó una ceja y sonreí.
- Malísimo –le saqué la lengua-. Y esta es mi hermana, Alba.
- Encantada –dijo la enana en inglés.
- Igualmente –Michael sonrió ampliamente y yo respiré con tranquilidad.
Primera toma de contacto superada.
A partir de ahora vendría lo más pesado, por ponerle un calificativo: traducir cada frase de cada uno a ambos idiomas.
- Que bien te lo vas a pasar –sonrió Alba, adivinando mis pensamientos.
La di un codazo y le susurré:
- Pon de tu parte o esta noche dormirás en el suelo –después les miré a todos y sonreí-. ¿Nos sentamos?
En ese momento decidí que todo aquello que quisiera decir lo haría en un primer momento en español. Después, se lo explicaría a Michael. Cuando éste hablara, primero se lo contaría a mis padres y después contestaría, con mis respuestas y con las de mi familia. Y cuando ésta hablara, primero se lo traduciría a Michael y después contestaría, con sus respuestas y con las mías. Debí haber puesto una cámara que grabara todo aquello.
Sorprendentemente, la comida transcurrió amena, divertida. Y muy familiar. Mis padres, como era lógico, querían saberlo todo él. A dónde quería llegar en el mundo de la música, cuál era su mayor objetivo, si seguiría grabando discos en solitario, dónde pensaba vivir en los próximos años... Qué le había hecho fijarse en mí, qué pensaba de nuestra relación, a dónde quería que llegara... Sus padres también salieron a la luz y Michael contestó a cada pregunta con gran respeto y objetividad, sin dejarse llevar por los sentimientos. Me asombró, pero a la vez no. Supuse que estaba demasiado acostumbrado a disimular una buena relación con ellos ante las cámaras.
En la hora que estuvimos sentados en la mesa, le formularon alrededor de nueve mil preguntas. Preguntas que, por supuesto, tenían que pasar por mi traducción para que Michael pudiera responderlas. Y respuestas que también tenían que pasar por mi filtro de idioma.
Ahora bien, Michael tampoco se quedó nada corto. Con su habitual curiosidad, quería saberlo todo de ellos. Su trabajo, cómo se sentían en él, sus amigos, si me echaban de menos, los estudios de mi hermana… Todo.
Una vez acabada la comida decidimos trasladarnos al sofá, donde el interrogatorio continuó. Fue una gran satisfacción para mí comprobar que parecían caerse bien entre ellos, a pesar de la gran barrera que suponía el idioma. Michael describió a mi padre como “buena gente y divertido”, y a mi madre como “un ángel”. De mi hermana dijo que era una copia de mí por lo que sólo había palabras buenas.
Todos coincidieron en que Michael era un gran chico.
Así que yo sonreía sin parar, conteniendo las ganas de comérmeles a besos y abrazos a todos. Qué fácil estaba resultando.
- ¿Por qué no han venido sus padres? Me gustaría haberles conocido –preguntó mi padre de pronto. Debí haberle advertido de que no preguntara aquello, pero por alguna razón se me pasó por completo. Y era normal que mi padre quisiera conocer a los padres de mi novio. Era lo que se había hecho toda la vida.
- No creo que fuera buena idea –afirmé muy segura-. Mejor dejamos ese tema aparcado.
- ¿Qué ha preguntado? –la expresión de Michael cuando le miré me hizo comprender que había entendido, al menos en parte, lo que mi padre había dicho.
- Nada, nada –traté de ocultar.
- Judi… -me suplicó con la mirada y no me quedó otra: no podía esconderle nada cuando hacía aquello.
- Que por qué no han venido tus padres.
Mantuve la vista fija en él pero apartó su mirada de la mía y sonrió; imaginé que con ironía. Después miró a mi padre y dibujó una sonrisa, esta vez más amplia.
- Estaban ocupados –dijo al fin.
Dirigí la mirada a mi padre cuando transcurrieron unos segundos y le expliqué brevemente que tenían una vida muy ajetreada.
- Vaya, es una pena –señaló con evidentes signos de tristeza-. De verás me hubiera gustado conocerles.
Se lo traduje a Michael y éste respondió de inmediato:
- Ellos también hubieran estado encantados de conoceros, de verdad.
Sostuve su mano y temí por la alegría que había abundado en él durante este tiempo. No quería que se esfumara.
Siempre había admirado de mi madre la capacidad para darse cuenta de cuándo algo no va bien. Y sobre todo cómo sabía cambiar las situaciones y conducirlas hacia donde no hicieran daño.
- ¿Cómo es posible que no te de vergüenza subirte a un escenario ante millones de chicas que gritan tu nombre? –preguntó de pronto, acabando con el silencio que se había instaurado.
Sonreí ante aquello y la di las gracias con la mirada. Ciertamente era un ángel.
Michael rió cuando le pregunté aquello y volvió a ser el mismo de siempre en apenas unos segundos.
La alegría volvió. Las sonrisas con ella.
Aún quedaban trescientas millones de preguntas que realizarse.

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