2 de julio de 2013

Capítulo 85



Eso mismo me pregunto yo

Cerré la puerta con delicadeza y caminé hasta el salón, donde se encontraba John, de pie junto al sofá. Parecía realmente nervioso y me miraba como si llevara años sin verme. Y como si no supiera qué esperar de mí.
Noté como mi anterior expresión de enfado había desaparecido por completo; sorprendentemente, no estaba tan enfadada como cabía esperar en un principio. Y la razón no era ni más ni menos la creciente culpabilidad que estaba experimentando. Por supuesto, no estaba dispuesta a olvidar lo horriblemente mal que me trató, pero desde luego estaba dispuesta a escucharle; y eso era más de lo que podía haber dicho hacía tan solo cinco minutos.
- Siéntate –le dije al cabo de unos segundos, tendiéndole la mano hacia el sofá.
Lo hizo al instante y me senté en el mismo sofá que él, pero alejada unos cuantos centímetros.
- Siento muchísimo todo lo que pasó –se aproximó a mí con lentitud y dudé de sus intenciones-. Me porté realmente mal contigo.
- ¿Esto es alguna especie de truco para conseguir algo? –Pregunté, desconfiada.
- Es un lo siento de veras, porque de veras lo siento –Su voz me recordó al chico que fue conmigo en los inicios de nuestra relación-. No sé cómo pude hacerte aquello, no sé cómo pude actuar de esa manera. Yo te quería realmente, y… Te hice un daño espantoso.
Parecía sincero. Mantuve mi mirada fija en él en busca de algún gesto que me indicara que debía seguir desconfiando, pero todo en él me decía que estaba diciendo la verdad. Lo sentía de veras.
- Entiendo que no quieras saber de mí, y entiendo incluso que no seas capaz de perdonarme, pero necesitaba decírtelo. Desde que pasó todo aquello hasta hoy he estado reuniendo las fuerzas necesarias para venir aquí y conseguir pedirte perdón. No te imaginas lo mal que lo he pasado.
- Reconozco mi parte de culpa –dije al instante-. Yo tampoco debí haberme portado así contigo, fue… -Agaché la cabeza-. Estuvo mal –dije al fin-. De pronto dejé de contestar a tus llamadas y cambié radicalmente contigo y tú no merecías eso después de cómo te portaste –hice una pausa-. Así que yo también lo siento.
Asintió, y la ausencia de palabras creó uno de esos silencios incómodos que no gustan a nadie. Aparté mi mirada de él aunque era consciente de que él no haría lo mismo. Tenía la sensación de que quería decirme algo más.
- ¿Qué tal te va todo? –Preguntó tras unos segundos.
- Bien –sonreí tímidamente-, no me quejo, ya sabes. ¿Y a ti? –Pregunté educadamente.
- Bien, todo bien. Conocí a una chica –dijo de pronto, haciendo que volviera a mirarle-, pocos meses después de terminar lo nuestro. Estoy muy feliz con ella.
Sonreí de nuevo.
- Me alegro. Seguro que es una chica fantástica.
- Se parece mucho a ti.
No debía haber dicho eso. Volví a posar mi mirada en otra parte.
- Perdona, yo…
- Tranquilo.
El silencio incómodo dio paso a una conversación incómoda que cada vez deseaba más que terminara.
- ¿Tú estás con…?
Dejó la frase inacabada. ¿Debía decirle que sí, que estamos juntos y felices, o eso le enfadaría? “La verdad por delante…”
- Con Michael, sí. Estamos bien.
- Y… ¿Cómo es? ¿Te trata bien?
Daba la sensación de estar… ¿Preocupado? Le miré confusa.
- Es genial. Y sí, muy bien.
- ¿Le quieres?
Bajé la cabeza en señal de afirmación.
- Me alegro. No mereces que nadie te haga sufrir.
¿Por qué de repente todo el mundo parecía preocuparse por mi relación con Michael?
Supuse que era el momento de acabar con todo aquello, pero tomó la palabra de nuevo.
- Si algún día quieres quedar a tomar algo… Sólo como amigos –aclaró a los segundos-. Sabes donde encontrarme –exhibió una sonrisa demasiado forzada.
- Vale, sí. No estaría mal. Esto… Tengo que hacer varias cosas por aquí –mentí-, puede que otro día nos veamos.
- Sí, claro, ya me voy.
Se levantó con rapidez del sofá y yo hice lo mismo.
- Bueno… -Se giró hacia mí y me tocó suavemente el hombro-. Cuídate.
- Y tú –sonreí.
Recorrió la distancia que le separaba de la puerta y salió de casa.
No había ido tan mal. ¿No? Parecía realmente arrepentido por lo que había pasado, y estaba tan calmado que por un momento me hizo olvidar todo lo que había pasado con él. Hasta me había quitado un peso de encima, pues nunca me había parado a pensar realmente en el daño que yo le hice a él. Y seguramente fue mucho. Él me quería, claro que me quería, y le traté como si no hubiera significado nada para mí. Michael apareció y me olvidé de todo lo anterior de una manera tan brusca… Y nunca me había parado a pensar en el daño que pude hacer a otras personas. No fue justo por mi parte y me alegraba sinceramente haber podido disculparme con él.
Ahora venía la segunda parte de la cuestión. Contárselo al pariente.
Sabía que Michael se enfadaría por cinco cosas. La primera, haberle querido escuchar. La segunda, haberle dejado entrar en casa. La tercera, haberme quedado sola con él. La cuarta, haberle pedido yo perdón. Y la quinta, no habérselo querido contar en cuanto le viera.
Porque no, no haría tal cosa. A nadie que conociera a Michael y que estuviera en su sano juicio se le ocurriría contarle una cosa tan seria justo después de haber pasado horas al lado de su padre. Sabía que se enfadaría por no habérselo querido contar antes, pero acabaría entrando en razón. Solo necesitaba unas horas para que se relajara a mi lado y después sería perfectamente informado de todo.
Media hora después apareció, sorprendentemente, en casa.
- ¡Mike! –Me abalancé sobre él-. Qué pronto has venido.
- Estoy exhausto –caminó hasta el sofá sin ni siquiera darme un beso y se tumbó en el más grande-. Ha sido una mañana agotadora. ¿Cómo una sola persona puede acabar con toda tu energía? –Colocó las manos sobre la frente y cerró los ojos.
Evidentemente, ahora no era buen momento para contarle nada.
- Bueno, pero ahora estás aquí, conmigo –me arrodillé en el suelo y le besé dulcemente en la mejilla, inclinándome hacia él-. ¿Tan mal ha ido?
- Vamos a retrasar la grabación del disco hasta Abril.
Mentalmente, aplaudí, hice mil volteretas en el aire y lloré de felicidad. Más tiempo para mí.
- ¿Por qué? –Fingí indignación y traté de ocultar una sonrisa.
- Lo creen mejor así. De momento vamos a ultimar los detalles de la nueva canción y después pasaremos a lo demás.
- ¿Y qué opinas de eso?
- ¿Importa?
Enarqué una ceja.
- A mí sí.
Sonó más borde de lo que me hubiera gustado y me miró al instante. Se acercó más a mí y rodeó mi cuello con su brazo izquierdo.
- Ya sé que a ti sí –me aproximó hasta él para poder besarme y no tuve intención alguna de apartarme-. Es sólo que… Parece que a nadie más le importa, y eso que soy el artífice del disco.
“Y tus hermanos”, pensé, pero tampoco era buen momento para añadir algo así. Lo cierto es que no me gustaba mucho meterme en todos esos asuntos familiares que se traían. Es cierto que no se portaban nada bien con Michael, pero muchas veces él tampoco se portaba bien con ellos. Era como el pez que se muerde la cola; jamás finalizaría todo aquello.
Continuó explicándome todo lo que habían acordado esa mañana y a medida que lo hacía la poca vitalidad con la que había entrado por la puerta se desvaneció por completo. Al rato oímos cómo se abría la puerta y se incorporó en el sofá.
- Seguro que es Nana –comenté para que volviera a tumbarse. Asintió y permaneció sentado, así que me levanté del suelo y me senté a su derecha, sosteniendo sus manos.
- Hola, Michael –saludó Nana, colocando las bolsas de la compra sobre la mesa del salón-. ¿Te quedas a comer, no?
- Si me invitas… –sonrió.
- Siempre estás invitado –se acercó hasta nosotros y me miró. Supe al instante lo que iba a decir y comencé a negar sutilmente con la cabeza, pero fue demasiado tarde-. ¿Qué tal con John?
Permanecí inmóvil y sentí como, a mi lado, Michael se giraba para mirarme. Para asesinarme con la mirada, más bien.
- ¿Qué John? –Preguntó.
Torcí el labio indicándole a Nana que había metido la pata hasta el fondo.
- ¿Ha venido John? –Continuó preguntando.
- Voy a hacer la comida… -Dijo Nana, girándose lentamente-. O a meter un rato la cabeza en la pila, a ver si con suerte me ahogo.
- ¡¿Ha venido John?!
- Aguanta media hora bajo el agua Nana, y ya luego me cuentas qué tal –elevé la voz para que pudiera oírme, pues ya había entrado en la cocina.
Michael seguía a lo suyo.
- ¿Ha venido John y no me has dicho nada?
Me enfrenté a él reuniendo el valor de donde pude. Sabía que se enfadaría por no decírselo nada más verle, tal y como ya había pensado antes, pero no contaba con el hecho de que fuera a ser otra persona quien se lo dijera. Eso le enfadaría aún más.
- Mike –comencé con tranquilidad, girándome por completo hacia él-, estabas contándome qué tal tu mañana, no iba a interrumpirte. Cuando acabaras…
- Que John haya venido es más importante que un estúpido disco –me cortó.
- ¿Es más importante para ti? Porque para mí desde luego no.
- Te hizo daño –fue todo lo que dijo-. Y se presenta aquí, sin aviso… –Su rostro cambió de pronto-. ¿O no es la primera vez que viene?
Le miré con incredulidad.
- ¿Qué estás diciendo?
- ¿Ha venido más veces?
- ¡¡No!! –Exclamé-. Claro que no, de ser así te lo habría contado.
- ¿Igual que me has contado esto?
- Michael, iba a contártelo. ¿Por qué iba a ocultártelo?
- Eso mismo me pregunto yo.
- Oh, por favor –puse los ojos en blanco y retiré mi mirada de él.
La misma desconfianza de siempre volvía a estar presente. Y con ella, desde luego, no contaba.
¿Iba a ser siempre así?

1 comentario:

  1. Judi, ya quiero leer lo que sigue!! está buenísimo, no aguanto las ganas de que subas otro capitulo... AHHHH!! Michael se va a poner celoso? :O ! Ay, me encanta tu novela. Es la mejor :)
    Sigue pronto pls!! hoy fue genial abrir el blog y ver un capi nuevo

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