Culpa
Una
semana después todo parecía haber vuelto a la normalidad; y la tranquilidad
también había vuelto a mí. Ese lunes, incluso, tenía día libre en el
restaurante. Habían sabido reconocer mi trabajo duro de esas últimas semanas y
me habían compensado con dos días para que me relajara. Lo agradecí tan
profundamente que estuve a punto de llorar al conocer la noticia; me contuve,
por suerte.
Y
por suerte también, nuestra particular relación con Alex marchaba a las mil
maravillas. Era un chico más simpático aun de lo que había parecido en un
principio, colaboraba con todas las tareas de la casa sin rechistar ni
escaquearse, incluso hubo un par de días en los que nos había preparado una
cena exquisita. Nos dijo que era un regalo por la buena acogida que había
tenido; no se daba cuenta de que él sí había sido un regalo para nosotras. Que
todo fuera bien con él significaba dos cosas. Una: estaba segura de que, por
fin, había encontrado un amigo de verdad en Los Ángeles, algo que echaba mucho
de menos desde que me fui de España. La segunda: se acabaron las horas extra en
el restaurante. Alex parecía tener un buen colchón económico que nos permitía
estar, de nuevo, aliviadas con el piso. No es que nos sobrara, pero por primera
vez desde la marcha de Lorena no nos faltaba, y eso era importante. Muy
importante.
Así
que gracias a mi día libre y a mi buen humor esa noche dormí más de diez horas
seguidas del tirón, algo que hacía mucho, mucho, mucho tiempo que no conseguía
hacer. La noche anterior Michael había decidido no quedarse a dormir para hoy
poder madrugar y ultimar los detalles para la grabación de su nuevo disco, que
sería inminente. Por una parte, lo lamenté; siempre era fantástico poder
disfrutar de la compañía de mi precioso novio. Pero por otra… Toda la cama para
mí sola. Necesitaba dormir como lo había hecho y lo disfruté realmente.
-
Buenos días, dormilona –sonrió Nana desde el sofá, una vez que reuní fuerzas
para dejar de hacer pereza y levantarme.
-
¡Buenos días! Qué bien he dormido, ya podría ser siempre así.
Me
senté a su lado y me estiré todo lo que fui capaz, al tiempo que se me escapaba
un bostezo.
-
No creo que sigas teniendo sueño –comentó.
Negué
con la cabeza mientras me hacía un ovillo en el sofá y sonreí. Qué bien me
encontraba.
-
¿Vas a salir a algún lado?
-
Tengo que ir a comprar varias cosas, estaba esperando que te levantaras para
decírtelo. Marina se ha ido a otra entrevista de trabajo.
-
Ojala haya suerte.
-
Ojala.
Todos
lo deseábamos profundamente.
El
sonido del timbre nos sobresaltó a las dos, y Nana me dirigió una mirada de
sorpresa.
-
¿Michael? –Preguntó.
-
No creo, iba a estar toda la mañana ocupado.
Me
levanté de un salto, albergando la esperanza de que sí fuera Michael. Sabía que
era difícil que se presentara allí tan pronto, hacía un par de días me había
comentado que ese disco le iba a mantener muy ocupado y algo alejado de mí
durante un tiempo. Maldije el disco y a la música en general; pero entonces me
tarareó un par de canciones y se me pasó. El mundo también debía disfrutar de
él.
Era
difícil que fuera él, pero no imposible, desde luego. Se trataba de Michael,
¿había algo que fuera imposible viniendo de él?
Caminé
deprisa hasta la puerta y la abrí, ni corta ni perezosa.
La
vida es curiosa, y cuando menos te lo esperas tiene algo preparado para
sorprenderte. Hay cosas que no vemos venir y que ni siquiera somos capaces de
imaginarnos, y, de repente… Ocurren.
-
Hola.
La
voz de John al otro lado de la puerta me resultó extraña; y desagradable. Tanto
tiempo sin saber de él, ¿qué quería de mí ahora? Es más, ¿qué quería yo de él?
Nada. ¿Para qué aguantar sus tonterías? No tenía por qué.
Mi
primer impulso fue cerrar de nuevo la puerta, sin ni siquiera dirigirle la
palabra, pero su brazo me lo impidió.
-
Por favor, escúchame. Necesito hablar contigo.
-
No veo por qué puede interesarme lo que vayas a decirme.
Seguí
empujando para acabar definitivamente con aquello, pero, como siempre había ocurrido,
era más fuerte que yo. Imaginé otra escenita como las pasadas y una punzada de
nervios se clavó en mi estómago. ¿Qué querría? Temía sinceramente que viniera a
hacerme daño.
-
Si no te vas llamaré a la policía –mi nerviosismo era absolutamente
perceptible-. Lo digo en serio. Vete.
-
Vale, escucha.
Levantó
las manos, dejando de empujar la puerta, por lo que definitivamente fui capaz
de cerrarla de un portazo. Me apoyé en ella, haciendo más presión y suspirando
profundamente. Nana apareció ante mí al instante, interrogándome con la mirada.
-
John está al otro lado.
-
¿John el capullo?
-
El mismo –suspiré nuevamente.
¿Qué
narices hacía ahí?
-
Judith, escúchame, por favor –oíamos su voz, ligeramente distorsionada por la
separación que había puesto entre nosotros-. Por favor, te lo pido por favor.
No
contesté. Permanecimos en silencio, los tres.
-
De acuerdo, lo haremos así entonces –tomó la palabra de nuevo al cabo de unos
segundos-. Aunque seas incapaz de creerme, vengo a pedirte perdón. Me porté
como un auténtico imbécil y llevo meses intentando reunir el valor suficiente
para venir aquí a suplicarte que me perdones. ¿Cómo pude tratarte así? Ni
siquiera me reconozco cuando miro atrás –las últimas palabras fueron menos
audibles que las demás, y acto seguido suspiró-. Sabía que esto iba a ser así,
que ni siquiera ibas a querer escucharme, pero al menos me quedo tranquilo
sabiendo que he sido capaz de reconocer lo que hice y de pedir perdón.
“He
sido capaz de reconocer lo que hice y de pedir perdón”. Repetí mentalmente
aquellas palabras.
Entonces,
la imagen del John que conocí acudió a mí. El mismo John que me ayudó a adaptarme
nada más llegar, el mismo John que me ayudó a encontrar trabajo, el mismo John
que me enseñó Los Ángeles sin ninguna otra intención que pasar tiempo a mi
lado. Nunca me lo había preguntado, pero… ¿Qué fue, de repente, de ese John?
Cuando todos los problemas empezaron, ¿dónde quedó ese chico agradable y
generoso? ¿Dónde quedó ese buen chico que creía haber conocido?
La
punzada de nervios que había sentido instantes antes se convirtió en culpa. Por
alguna razón siempre había atribuido todo lo que pasó a su personalidad. Ahora,
mirándolo con perspectiva, por primera vez, reconocí que tenía mucha culpa en
todo lo que pasó. Él me trató mal, muy mal; pero yo tampoco me porté nada bien
con él.
¿Dónde
quedó ese buen chico? Yo había hecho que se encondiera.
Al
menos, merecía ser escuchado.
Me
giré con la intención de abrir la puerta y Nana se colocó al instante a mi
lado.
-
¿Qué se supone que haces?
-
Tengo que hablar con él.
-
¿Desde cuándo? –Nana parecía sorprendida. ¿O enfadada?
-
Desde que hace cinco segundos me he dado cuenta de que yo también tengo gran
parte de culpa de todo lo que pasó.
-
¡Te empujó y acabaste en el suelo! –Chilló.
Un
escalofrío me recorrió el cuerpo al recordar aquello.
-
Tienes razón. Y eso no lo va a borrar nadie. Pero quiero hablar con él.
Abrí
la puerta y me le encontré cabizbajo, con las manos juntas y moviéndolas con
nerviosismo. Nos quedamos mirándonos durante unos segundos y comprendí que
estaba verdaderamente arrepentido. Me hice a un lado mostrándole que le dejaba
pasar y me susurró un “gracias”.
Cuando
me giré para contemplar a Nana parecía incluso más hostil que antes.
-
Vete a comprar lo que tengas que comprar, no pasa nada –le dije, una vez que
John ya se había dirigido al salón.
-
No pienso dejarte sola con él –me espetó.
-
Voy a estar bien. De verdad, confía en mí.
-
Confío en ti. En quien no confío es en él.
-
Tú le has visto igual que yo. ¿Le veías enfadado? –No dijo nada-. Está
arrepentido. Por favor, déjanos solos.
Nana
miró para otro lado. Ella sí estaba enfadada. Seguramente no entendía por qué
quería hacer eso, pero realmente quería. De pronto me sentía profundamente
culpable. Había estado tan pendiente de Michael y de lo que pasaba con él que
no había sido verdaderamente consciente del daño que le había hecho a John.
-
Por favor –la supliqué de nuevo.
Volvió
a mirarme con malos humos y se alejó de mí, dejándome completamente pasmada.
Odiaba que se enfadara conmigo.
En
menos de diez segundos había aparecido bolso en mano; dispuesta a salir de
casa. La sostuve por los hombros y la di un abrazo.
-
Estaré bien.
-
Eso espero –correspondió mi abrazo y salió por la puerta.
Suspiré.
Yo también lo esperaba.
:O !!!! está buenísimo ! continua pronto Judi pls!
ResponderEliminarUn abrazo !! :)
ESPECTACULAR!!!!:D Me mantiene intrigada la relación con John.
ResponderEliminarMe gusta que Judith, a pesar de los errores de John, sea capaz de recordar lo bueno en él... me encanta!!:-)